Esta noche me he enamorado perdidamente. Sabía que me gustaba, porqué llevo 8 meses disfrutando de su presencia, y de sus maneras, y de su arte, y de su espíritu valiente y descarado. Pero hoy, más que nunca, me he sentido identificado de tal manera con lo que me ha enseñado que ha provocado la inevitable y mágica unión espiritual que, alguna vez en la vida, funde a dos en un solo ente perfecto, armónico y equilibrado.
Amo a este equipo con devoción. Por su filosofía generosa, creativa, solidaria, insistente y con un único fin: divertirse y divertir. Este juego se inventó para disfrutar. No para sufrir. Ni siquiera para ganar, aunque ese sea el resultado lógico cuando tu única razón de ser es servir y honrar a este enorme deporte jugando al ataque con talento y decisión. Lamentablemente, el deporte también es reflejo de la vida, y ese espíritu atrevido te hace casi único en el desierto de mediocridad en el que tienes que torear.
Y en esa mediocridad entran rivales mezquinos como el que esta noche había delante. Nunca le recriminaré a un equipo pequeño y con un presupuesto 10 veces menor que el tuyo que juegue a defenderse. Lo encuentro lógico y perfectamente legítimo, porqué esa es la única manera que tienen de contrarrestar las diferencias de plantilla provocadas a base de talonario. Pero sí que vomitaré toda mi rabia y mi ira contra equipos tan o más ricos que tú que se limitan a robarle minutos al cronómetro, embozar el terreno de juego, pegar y pegar y pegar con la perversa complicidad de un tipo al que le pagan para impartir justicia, y, en definitiva, convertir en un fraude a millones de seguidores lo que debería ser un enorme espectáculo deportivo.
Como en la vida en general, todo responde al miedo, a la vulgaridad y a esa enorme falacia de que el fin justifica los medios. El perfecto refrán de los mediocres. De los patanes. De los acomplejados con encefalograma plano y alma de muerto viviente. De los que no saben disfrutar de la vida, y su único objetivo es intentar hundir a los demás en su propia mierda para no destacar tanto en las cloacas de su triste existencia.
Uno de mis lemas vitales es que lo más importante de la vida no es el QUÉ, sino el CÓMO. Y por ello, hoy este equipo me ha enamorado completamente. Empezando por su señor entrenador, y acabando por el último utillero. Porqué, a pesar del juego rastrero de los ricos londinenses, de un arbitraje demencial, de la grave lesión de Rafa (¿han pisado mierda en México?), y de la impotencia que provoca el ver que vas, y vas, y vas y el cántaro no se rompe... a pesar de todo eso, lo ha seguido intentando del primer al último minuto sin traicionar su filosofía de juego. Yo soy así, y así seguiré. Y si tengo que morir, moriré con las botas puestas y la cabeza mirando de tú a tú a los dioses de la historia del balompié.
Por todo ello, y aunque el resultado final se parezca tanto a unas gafas, yo hoy veo más nítido que nunca. Amo a este equipo con locura, y lo seguiré haciendo mientras jueguen de esta manera. Ganen, empaten o pierdan. Sean campeones de todo o de nada. Porqué me hacen sentir orgulloso, y porqué son la contraposición total a todo lo que detesto. Como el rival de hoy. Como el rival del sábado. Mediocres que son una perfecta metáfora de la vida...
3 comentaris:
Señor mío, me quito el sombrero ante este post.
Ni una palabra más ni una menos.Directo y conciso, breve y punzante, realista y claro.
Plas plas plas, aplausos....
me flipa tu obsesión futbolera... has pensado en ir al loquero a que te mande pastillas de colores?...jajaja
:P
Grasias, menda. Simplemente lo que siento y pienso ;P
Me apasiona mi trabajo, begusa. Y me siento un privilegiado por ello
lametones
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