divendres, 15 d’octubre del 2010

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Hoy no me apetece mucho escribir. Aparte de las 12 horas de curro con 3 de droga dura infumable que me han hecho perderme mi partido de fútbol-7 de los jueves (puta gracia!), de primeros síntomas de dolor dental, o de que ésta va a ser mi última noche con un quiste de grasa en la pierna (eso espero, vamos...), poco más tengo que contar esta noche. Así que mejor opto por copiar esta maravillosa entrevista que salía hoy en La Vanguàrdia. Uno de esos tipos de los que me vuelven a hacer creer a ratos en la raza humana, ingenuo de mi. Nunca hay que perder las ganas de morder a la Gran Mentira...

http://www.lavanguardia.es/lacontra/lacontra.html

"Si no es para mejorar las cosas mi trabajo no tiene sentido"

Como un camaleón se transforma en otro y vive las vidas de los marginados. En 'Cabeza de turco' (que provocó una conmoción en Alemania) explica sus dos años siendo Ali, emigrante turco, para desenmascarar una sociedad racista y abusiva. 'El periodista indeseable' (cinco ediciones) recoge una serie de reportajes, entre ellos su infiltración en el Bild, prototipo de la prensa amarilla, el de mayor tirada en Alemania, y denuncia su absoluta falta de escrúpulos. Con 'los perdedores del mejor de los mundos' (Anagrama) muestra de nuevo el lado oscuro de la sociedad opulenta y biempensante. Documenta con precisión cada reportaje. Ha sido cientos de veces denunciado y nunca condenado. 

Günter Wallraff, reportero y escritor:

"Si no es para mejorar las cosas mi trabajo no tiene sentido"

IMA SANCHÍS - 14/10/2010

Tengo 67 años. Nací y vivo en Colonia, en un barrio de emigrantes que conviven en armonía. Estoy casado por tercera vez y feliz. Tengo 5 hijas maravillosas. Escéptico frente a los gobiernos de turno, no dogmático e independiente. Soy un agnóstico profundamente religioso

-Para contarlo, se desliza en la piel de otros.

Siempre necesité las vivencias directas para desarrollarme intelectualmente y como persona.

-Ver, vivir y contar, eso es periodismo.

Con el tiempo se convirtió en una herramienta para cambiar las cosas.

-¿Cómo empezó todo?

Durante el servicio militar publiqué prácticas del ejército que me parecían abusivas y me internaron en un hospital militar psiquiátrico para castigarme y desacreditarme.

-¿Eso forjó su identidad?

Me convertí en un periodista duro que investiga y denuncia. Trabajaba en fábricas abusivas y las denunciaba, pero tras mis primeros artículos las empresas estaban sobreaviso y me vi obligado a trabajar infiltrado.

-Se maquilla, se pone lentillas, peluca, bigote... ¿Coló como negro durante un año?

Viví en una casa de acogida para africanos en Munich y nadie sospechó. Yo era una persona agradable y recibí un trato machista y condescendiente. Tenía que soportar que no me trataran como un individuo, sino de forma genérica: como negro, de forma paternalista o como a un sirviente.

-Vio todos los prejuicios en acción.

Sí, nadie quería alquilarme una vivienda, incluso gente que no se consideraba racista me negó la entrada en un camping: "Es por los otros clientes", decían. Al cabo de ocho semanas empecé a tener pesadillas y tenía miedo de las pandillas de gente joven.

-¿Y qué sintió siendo obrero de una cadena de montaje?

Me he metido muchas veces en la piel de esas personas y he hecho muy buenos amigos. Pero lo que describo en Con los perdedores del mejor de los mundos trabajando en una fábrica de pan es atroz. Apenas dormíamos, cada dos por tres había averías y debíamos meter las manos en la maquinaria: he visto amputar más de una mano.

-Convertido en empresario católico, ¿qué consejos le dieron los obispos acerca de la venta de napalm?

Había descubierto una forma más eficaz de fabricar ese veneno pero tenía ciertos escrúpulos morales y me dirigí a altas instancias de la jerarquía católica para preguntarles qué debía hacer: sólo dos me desaconsejaron la fabricación de ese tipo de armas; el 90% me decía que uno no es responsable de lo que pasa con sus productos.

-Ali, emigrante turco en Alemania.

Mi salud se resintió muchísimo durante esos dos años: problemas musculares, de huesos y bronquiales, apenas podía caminar más de quince minutos, nos obligaban a trabajar sin máscara en una fábrica metalúrgica de acero, la Thyssen.

-Con las ganancias del libro, ‘Cabeza de turco’, creó una fundación.

Convivir, que consigue viviendas y crea proyectos educativos. Financio abogados de damnificados y ayudo a la gente con la que he trabajado a lograr un empleo mejor. A la Thyssen y otras empresas del sector les obligaron a contratar técnicos de seguridad y los turnos de 16 horas pasaron a la historia.

-Es usted un Robin Hood.

Me reuní varias veces con el ministro de Trabajo y establecieron un grupo permanente de vigilancia al que se conoce como grupo de Ali en honor al personaje.

-Entonces, debe de estar orgulloso.

Si no sirviera para mejorar las cosas, mi trabajo no tendría sentido. Los efectos se ven más a largo plazo. Después de publicar los libros hago un seguimiento y suelo lograr más cosas de las que pensaba.

-También se convirtió en indigente.

Hoy todos podemos caer en esa situación. Al principio me disfracé de manera algo exótica y extravagante; luego, cuando empecé a tener trato con ellos, me di cuenta de que era gente normal que procuraba cuidar su aspecto y que en tiempos pretéritos no hubiera acabado en la calle. Meterte en la piel del otro te enseña mucho, yo superé muchos prejuicios.

-¿También hizo amigos?

Uno de ellos estuvo viviendo en mi casa y creó una página web en la que explica qué hacer si te quedas sin techo. Le he propuesto para una condecoración que otorga el Estado alemán a ciudadanos con méritos en la sociedad civil.

-Alguna conclusión.

Sí, conclusiones y soluciones. Hay que prestar ayuda a esas personas de manera menos burocrática, persona a persona. Después de la publicación del libro conseguimos que dos de los peores centros de acogida, uno de ellos un búnker en Hannover y otro un contenedor en Frankfurt, se sustituyeran.

-Tiene usted poder.

Nunca hay que rendirse frente a los hechos, luchando contra las injusticias se abren puertas insospechadas. Mi trabajo no pretende apaciguar mi conciencia, porque son experiencias que me enriquecen; y me siento mucho más feliz y alegre compartiendo con los otros y siendo consecuente mediante mis actos.

-Es el misterio de la empatía.

Hoy sé que los débiles pueden superar a los poderosos, y eso da mucho coraje. Pero hay mucho por hacer porque estamos derivando de una sociedad de clases a una de castas, en la que los intocables son los parados de largo recorrido, gente apestada. En situaciones de crisis, la sociedad se pone en contra de aquellos a los que puede despreciar en lugar de dirigir su ira hacia el poder.




8 comentaris:

Helenaconh ha dit...

Hay algo que me gusta de ti; siempre apareces. Y eso reconforta.

dEsoRdeN ha dit...

Y yo que no acabo de tener claro si eso es virtud o defecto...

Espérame en Siberia ha dit...

Siempre es bonito saber que sigue existiendo gente así de bonita.

¡Un gran abrazo, desorden!

Anònim ha dit...

jo, qué tío más majo. y qué inteligente. personas así son las que deberían gobernar.
otra cosa buena... es viernes!!! :)
muaks!!
LP

Sandra ha dit...

Este señor y tu os llevariais bien. Además es bueno actuar, que quejarnos y reivindicar lo que es injusto es fácil y lo podemos hacer todos, pero realmente ponerse manos a la obra lo hace poquita gente.

Un kiss de finde rey ;)

Amapola Domingo ha dit...

Ya sin grasilla incrustada?? Tienes que leer un libro que se llama Wasabi.

Cuidate la boca también que eso no perdona!

Bisous

ardilla ha dit...

A día de hoy ya no habrá quiste en la pierna, yuju!...ahora ánimo con los piñis! que es un coñazo...
:)

dEsoRdeN ha dit...

La esperanza es lo último que se pierde, querida siberiana!

A un tipo así hasta le votaba y todo, LP!!

Al mundo le sobran palabras y le faltan hechos, sandra. Y a mi el primero

No more grasilla, amapola!! :P Se me acumulan los libros!!

Yujuu, ardilla!!! :D

Por algo se empieza, chocolat (justo lo que me estoy comiendo ahora mismo, dentro de unos crussancitos... ;P)

carcajadas