MoNday, mOndAy...

Mierda de día. Me levanto y vuelve a llover. Aparco la cuchilla de afeitar y mis venas respiran tranquilas. Opto por ponerme música hawaiana y bajar a la calle con los ojos cerrados. Soy muy intuitivo y no choco con nadie, mientras pienso en playas de arena blanca y agua turquesa. Intento dibujar la mayor de mis sonrisas, pero tengo que cerrar la boca para no ahogarme. Respiro, paraguas en mano, y me meto bajo tierra. Capeo otra jornada, y sigo trabajando contactos que, espero, me den buenos resultados ocioso-laborales a corto o medio plazo. Veo a mi lolita una semana después, y me regala una de sus preciosas sonrisas. La besaría allí mismo, si no fuera porqué estamos en medio de la oficina. Vuelvo a casa, y el cielo se sigue meando en todos nosotros. Vaya estafa de primavera. Todavía paraguas en mano, me compro un frondoso geranio de flor violeta. Si algún día deja de llover, lo transplantaré a una maceta más grande en mi balcón. Y si algún día deja de llover, también recogeré la ropa tendida hace 4 días, e incluso pondré más lavadoras. Me voy a jugar, o debería decir a perder, que es lo que hacemos siempre desde que subimos a la máxima categoría. De nada sirve meter un golazo si luego pierdes, porqué vivimos en un mundo asquerosamente resultadista. Y yo siempre he odiado el QUÉ para centrarme en el CÓMO. Soy otro estúpido romántico al que le importa la estética de las cosas y las acciones. Pienso en las muchísimas cosas que odio, y decido que debería hacer una lista, como la de mi adorado John Waters en 'Majareta'. La locura es el mayor síntoma de lucidez en esta sociedad de mediocres...