"El amor a la vida y el amor a los demás. Esa es la puta clave para tener una vida en paz. Soltar lastre, porque el ego está ahí. Es esa competición contigo mismo por trascender, sobre todo cuando eres joven. Pero con el paso de los años te das cuenta que tienes que encontrar el amor propio. Es pura energía. Tú eres el motor de tu vida. Tú decides tu vida. Aunque te pasen desgracias, que le pasan a todo el mundo porque la vida es cíclica, eres tú el que decide soltar ese lastre. Es un trabajo constante. Yo decido estar mal. Estoy mal porque yo quiero". Son algunas de las frases pilladas al vuelo de una entrevista a The New Raemon sobre su próximo disco que acaba derivando en una interesantísima charla sobre la vida, el ego y las maneras de ver y vivir la vida en este esquizofrénico mundo en el que nos ha tocado vivir. La verdad es que ha sido como una revelación. No porque diga cosas que no supiera o sobre las que no hubiera reflexionado antes. Pero sí que llevaba semanas sintiéndome completamente perdido, ansioso, y en una perniciosa espiral de autolesión, autocompasión y profunda rabia. Todo lo bien y seguro que me sentía conmigo mismo antes de la cuarentena se había ido al traste, pero no por el confinamiento (que me encanta, dicho sea de paso...), sino por la coincidencia en el tiempo con una nueva desaparición cobarde de mi decepción con patas por excelencia. Hace un par de noches escribí el mail que necesitaba para acabar de sacar toda la mierda. Era un texto crudo y duro. Muy duro. La bomba para autoinmolarme llevándomelo todo por delante, a ella incluida. Habría sido demasiado lesivo para ella. La conozco mucho, y sé que le habría hecho mucho daño y la habría dejado muy tocada leerla. No era ese mi objetivo. Simplemente necesitaba vomitarlo y verlo escrito. Ordenarme la mente y las vísceras. Y sentirme aliviado, como cuando vomitas literalmente. Al principio sí que pensé en escribirle alguna cosa para enviársela hoy. Justo hoy, 18 de mayo de 2020. 40 años después del suicidio de Ian Curtis. Una figura icónica y con significado para ambos. El que nos cantó tantas veces, aún no habiendo nacido ella y siendo un niño yo. Pero cuando empecé a escribir y mis dedos se pusieron a teclear balas, entendí que estaba haciendo eso para mi, y no para ella. Enviarlo habría sido una pésima idea. Haciéndole daño yo no ganaba nada, por mucho que la rabia me nublara la vista por momentos gritándome que se lo merecía. Quizás ella se lo mereciera, sí, pero yo no merecía arrastrarme a la altura de una víbora para obtener infructuosa venganza. Al final se trata de eso. De ponerse a uno por delante. De quererse. De decidir tú mismo quién quieres ser y cómo quieres hacer las cosas, por muchas provocaciones, torpezas o malos tratos que recibas de otras personas. Y eso no excluye ser impulsivo o explosivo a veces si esa es tu naturaleza (esa es mi naturaleza). Simplemente hay que saber elegir el momento y la persona. El amor nos destrozará una y otra vez, eso ya lo cantaba Ian. Y a cada hostia recibida, más fuerte te harás. Al final, todos nos sentimos igual de solos y aislados, y eso no lo cambiarán todas las parejas del tipo que sea que uno acabe coleccionando en la vida.
Painstaking devotion and love,
Surrendered to self preservation,
From others who care for themselves.
A blindness that touches perfection,
But hurts just like anything else.
En los últimos días han muerto Little Richard, Betty Wright, Florian Schneider o Dave Greenfield; me han suspendido el Primavera Sound (y el Vida está al caer); y por tercer año desde que te conozco, no me has felicitado el cumpleaños. Curiosamente, las tres veces estabas desaparecida, en uno de tus típicos ataques de cobarde invisible que no sabe afrontar las cosas como una persona madura. Camino de 9 semanas ya desde la última vez que diste señales de vida. La diferencia esta vez es que no me he preocupado en intentar contactar contigo, ni en esta situación de confinamiento, ni por mucho que estés (o no, la verdad es que no sé al final qué narices hiciste ni donde te confinaste) con el tarado del que me hablaste. Me da exactamente lo mismo. Lo que me da rabia es que me saliera el instinto protector cuando me lo contaste y me dijera a mi mismo que en ese momento y esas circunstancias no podía dejarte tirada y tenía que estar a tu lado, frenando de cuajo mi intención de decirte aquél día que no quería volver a verte. En las dos semanas siguientes te ofrecí hasta 4 alternativas para ayudarte a salir de ese piso momentáneamente mientras buscabas algo con calma. Pero una vez más, pasaste de mis intentos de ayudarte, algo que realmente me intriga, porque siempre que he intentado echarte una mano en algo, lo has rechazado dándome largas o diciendo una cosa y haciendo otra. Es tu problema, no el mío. Al final me di cuenta que no soy un superhéroe con capa que tenga que venir a salvarte por la ventana. Ya eres mayorcita, y tú eres la única responsable de tus errores y malas decisiones, y de las consecuencias que comporten. Por ejemplo, quedarte sola, aíslada, sin amigos... en una situación tan complicada como la que te metiste tú solita. Sigo sin entenderte, y sigo sintiendo enorme rabia por la ocasión que nos robaste. Pura cobardía, tal y como tú misma me reconociste. A pesar de sentir algo por mi, tal y como tú misma me reconociste. Yo también sentía algo (mucho) por ti, tal y como te había dicho abiertamente, porque no tenía nada que esconder. Pude hacer cosas mal, pero fui de cara. Fui valiente y sincero. Y ese fue seguramente mi gran error, y la gran causa de que te entrara el miedo cuando ya habíamos roto el hielo y ya había pasado lo que tenía que pasar desde hacía meses. Todo fluía de manera natural, hasta que tú decidiste boicotearlo. Y a partir de ahí todo fueron decisiones erroneas por tu parte, mezcladas con mis impulsos irreflexivos en un cóctel de confusión e incomprensión absolutas. Resulta increíble que una conexión tan brutal se haya roto en 1000 pedazos. Sobre todo por la forma. Has traicionado completamente la relación que teníamos, fuera lo que fuera y lo llames como lo quieras llamar. Has destrozado violentamente la confianza que te tenía. Eres, de largo, la mayor decepción de mi vida. Y ahora mismo te odio profundamente por ello.
*Puede que hasta salgamos en el video dando botes y cantando como locos, en otro tipo de catarsis diferente
Escuela de muchos, entre los que me incluyo. Nos abrieron los oídos en canal, permitiendo que luego nos buscáramos nuestro propio camino, que se fue alejando del suyo. A veces daban una rabia que les habrías quemado la redacción por su tono petulante, pero su mejor legado fue enseñarnos que en los márgenes suele estar lo más interesante de esta vida (cuando aún existían márgenes). Sea como sea, gracias por todo. Y que siga sonando la música.
Sexta semana de confinamiento. Hay momentos que pienso que podría quedarme perfectamente en mi casa para siempre jamás. Entiéndase en estas condiciones de poder salir una vez a la semana para ir a hacer la compra y bajar la basura, y poder teletrabajar para pagarme mis cosas. El único 'pero' sería poder deshacerme de los 4 imbéciles incívicos que nos tocan a tod@s de vecinos, por pura proporción de estupidez humana. En mi caso, ahora mismo no me importaría que desaparecieran para siempre unos cuantos personajes: los italianos del edificio colindante que se mudaron hace relativamente poco y que confunden los conceptos 'hablar' y 'gritar', y no acaban de tener claro que a las 4 de la mañana no se puede ver la televisión a todo trapo. También al subnormal maleducado que sale al patio a hacer llamadas y videoconferencias constantes a gritos, no sea que haya algún vecino en 7 kms. a la redonda que no se entere (es el mismo mongolo que llegó a lo grande al vecindario 6 años atrás, haciendo barbacoas en unos bajos...). Y hablando de bajos, el de los míos (entiéndase de mi edificio...) también acoge a otro espécimen egoísta al que le he dicho 1000 veces de buenas maneras (y una vez hasta con una ocurrente y creativa, a la par que simpática, lluvia de papeles con las palabras 'civismo', 'respeto', 'convivencia' y similares que invadieron su patio) que por favor no sea tan escandaloso cada vez que sale al patio a fumar como el maldito yonqui que es, tosiendo a 10.000 decibelios de manera asquerosamente desagradable. Especialmente si son las 7 de la mañana o la una de la madrugada, por poner dos ejemplos de su extenso abanico horario de funciones nauseabundas e invasiones acústicas en mi hogar. Podría hacer extensiva la lista a las adolescentes de otro de los patios que se ponen a jugar al deporte con la pelota más ruidosa de todas, el voleibol; o a algún episodio puntual de músicas excesivamente altas; o a la nueva pareja del piso colindante que algún día de buena mañana se han puesto a gritar en su cocina que da pared con pared mi habitación; pero con los 3 primeros ya me conformaría. Convivir 24 horas al día durante 6 semanas con toda esta fauna ha aumentado toavía más mis habitualmente altos niveles de misantropía. Sí, echo de menos a mis padres, o incluso a algun@s de mis amig@s, pero creo que, al final, podría vivir perfectamente sin el 95% de las personas que rodean mi existencia. Y no lo digo como desprecio, sino como evidencia real. De la misma forma que el 99'9% del planeta podría vivir sin mi. O de la misma manera que tod@s podríamos vivir sin el 90% de las cosas que tenemos en casa, o de las actividades con las que llenábamos hasta hace mes y medio nuestras erráticas vidas.
Y a todo esto, esta noche he visto dos episodios que me han dejado helado de un programa de TV muy interesante que he descubierto estas semanas (básicamente porque los domingos trabajo hasta tarde, y normalmente no suelo ver demasiado la televisión. Por no decir casi nada...): 'No Pot Ser'. Se trata de un espacio divulgativo de formato reportaje con entrevistas sobre tecnología, innovación, etc, para explicar y describir el mundo futuro (o no tanto...) que nos espera a corto/medio tiempo. Hoy han emitido un capítulo nuevo y otro de la primera temporada sobre fake news, bots, el negocio de los datos... y ha sido realmente espeluznante tomar conciencia de todo eso. A ver, quien más quien menos, cualquier persona con dos dedos de frente y un poquito despierta sabe que llevamos años regalando datos y gran parte de nuestra privacidad a través de las redes sociales (o aquí mismo, en un blog supuestamente anónimo pero que en alguna parte del planeta puede haber alguien que sepa perfectamente quién hay detrás y montones de cosas sobre mi por algo tan simple como la IP). Pero el caso es que en el programa había ejemplos realmente increíbles. Desde un simple juego para el móvil aparentmente inocente con el que alguien puede llegar a controlar tu ubicación o recorrido geográfico a tiempo real (o lo que hiciste el día tal de tal año), hasta los nuevos métodos de reconocimiento facial o dactilar con los que pueden llegar a tenernos controlados a todas horas y lugares (y generar un sistema a lo Black Mirror de premios y castigos en función de tu comportamiento social, como ya están probando en China). O la facilidad de manipular la opinión pública mediante fake news o perfiles falsos de twitter para dar falsas percepciones de una realidad totalmente distorsionada, o la capacidad de gigantes como Facebook o Google para decantar unas elecciones con algo tan simple como la búsqueda predictiva... muy recomendables los dos episodios. Los dejo aquí, por si os interesa el tema (son en catalán, pero es fácil de entender, a no ser que seas un tarugo intolerante y xenófobo, que también podría ser...).
Todo esto me ha hecho pensar en lo que ha pasado hoy con la salida a la calle de padres con niños, desde distintos ángulos: por una parte, la imbecilidad de algunos irresponsables que han puesto en riesgo tantas semanas de esfuerzo colectivo, sin importarles una mierda los demás, y en un ejercicio de amnesia instantanea, inconsciencia mendruga, y egoísmo neanderthal. Y por otra parte, en cómo a partir del comportamiento de unos cuántos tontopollas, se puede llegar a generalizar y estigmatizar a todo un colectivo (en este caso, los padres/madres; y en otros que llevamos viviendo los últimos años, las feministas, los independentistas, los migrantes, etc.). Manipular la opinión pública de segmentos de población perfectamente acotados y determinados nunca ha sido tan fácil ni tan barato. Estamos creando un mundo de mierda que da mucho, muchísimo miedo. El terreno está perfectamente abonado para la sociedad del control total, de la manipulación dirigida, del egoísmo y el miedo. Preparémonos, porque lo peor que vendrá tras la crisis del coronavirus no será la "terrible" recesión económica que nos están anunciando a los cuatro vientos, en otra jugada para ir preparando el terreno. Infundir el miedo es la mejor manera de seguir recortando derechos civiles básicos sin que casi nos demos cuenta. En occidente hace años que las guerras no se hacen con bombas, y que la esclavitud se ejerce sin necesidad de cadenas físicas. Y gran parte de la responsabilidad es nuestra...
Hace un mes que no toco a nadie. Literalmente. No hablo en sentido puramente sexual. Hablo en cualquier sentido. Un mes sin ejercitar el sentido del tacto en otra piel que no sea la mía. Sea un dar la mano. Un beso. Un abrazo. Un golpecito en la espalda. Una cópula. Nada. Efectos de un confinamiento estricto y solitario. Estar conmigo no me supone problema alguno. De hecho, es algo que me encanta, y a lo que estoy acostumbrado plenamente. Como buen individualista, disfruto estos momentos de propia compañía. Teletrabajo, leo, tomo el sol en la azotea o el balcón, veo películas, escucho música, hago fotos o las trabajo, escribo... y una vez a la semana, bajo la basura y compro comida, productos de limpieza o alguna cosa en la farmacia. Eso son los únicos momentos presenciales de interacción social. El teléfono o internet se encargan de los virtuales. Y los viscerales son los insultos a la pantalla del televisor cuando sale el neoliberal Pedro Sánchez dispuesto a vender y exponer a la clase trabajadora en beneficio de la economía, o alguno de esos militares que no sé qué cojones pintan en toda esta crisis sanitaria. El uno y los otros intentan vendernos todo esto como una guerra, envueltos en banderas de estúpido patriotismo nacionalista y paternalista, tratando a la gente de imbécil, y de héroes a todos aquellos que hasta ahora eran repudiados por la sociedad: “Dejaréis de ser héroes cuando la gente no tenga miedo. Dejaréis de ser héroes cuando a los políticos les interese. Ahora sois carne de cañón, por eso os llaman héroes”, brillante frase de la película de Kubrick 'Senderos de Gloria' que estos días hemos visto reproducida aquí y allí en redes. A ver cuántos de los que les llaman héroes o salen a aplaudirlos al balcón luego se acuerdan de ell@s cuando esto pase y vuelvan a hacer huelga para reclamar todo lo que les han recortado o lo que no les han valorado hasta ahora...
El futuro siempre es incierto, pero ahora mucho más. Ya nos están sobreavisando y metiendo el miedo en el cuerpo, porque el miedo siempre es la mejor manera de controlar a las masas. Y las situaciones de caos y de crisis son los mejores momentos para seguir recortando libertades y derechos civiles. Y eso es lo que más me preocupa de lo que tenga que venir. Por mi la economía mundial se podría hundir en la miseria para siempre jamás, y a ver si así conseguimos liberarnos de esta mierda de sistema capitalista e inhumano y lo reinventamos todo de nuevo. No soy tan ingenuo como para creerme que eso vaya a pasar, pero me gustaría pensar que tanto tiempo en casa haya servido para que todos reflexionemos y tomemos conciencia de que tendríamos que cambiar muchas cosas del mundo en el que hasta ahora vivíamos. Desarrollar una mirada con sentido colectivo y dejar de mirarnos el ombligo tod@s, empezando por mí mismo, que en el fondo es una manera más de mirarse al ombligo. Relacionarnos de otra manera mucho más respetuosa, generosa y empática, y aprender de una vez por todas que cuidarse y quererse a un@ mism@ es el primer paso para cuidar y querer a l@s demás, como nos está demostrando esta pandemia. Y hacerlo también con el entorno. A la que el ser humano se ha quedado en la madriguera, el planeta ha vuelto a respirar. Y es que no hay virus más letales que el capitalismo y el propio ser humano.
No puedo dejar de sentir esta rabia eterna, alimentada también por gente de carne y hueso con espíritu de fantasma que viene y se va de manera caprichosa y cobarde...
Et penso cada dia d'aquesta doble apocalipsi. Vens a mi quan tanco els ulls per tacar el llit de vermell. A vegades em convenço que ja no m'importes gens, guardada en el calaix de les coses que no entenc. I pot ser que així sigui, ni que sigui a estones. Lamento no haver-te dit abans que no volia veure't més, però em va sortir l'estúpida capa invisible d'estúpid super heroi protector, i em va desviar del que realment et volia dir el dia que ens vam retrobar. L'última vegada, vull dir, perquè ja van molts retrobaments. Senyal inequívoca d'una gens menyspreable col·lecció de desaparicions i silencis sense sentit, per no parlar de covardies. Crec que ens agraden silencis diferents. Col·lecciono gotes de paciència que farien vessar oceans. Cosa curiosa i que no casa massa amb la meva impaciència innata. Intento treure't del meu cap però no puc. Ets com aquesta plaga de mosques que porten dos dies (o dues tardes, més concretament) envaint la meva cuina sense saber d'on coi surten i traient la meva ràbia, amb el drap de cuina volant a un costat i un altre per acabar amb elles d'un bon cop de canell. Potser ets tu que m'espies, a veure com estic portant tot plegat. A estones molt bé. A estones gens ni mica. Però aquest cop em sembla que he superat el meu pic i que realment no et vull tornar a veure. Estic fart. T'he donat moltes més oportunitats de les que has demostrat merèixer. I coneixent-te com et conec, crec que si no faig jo el pas, tu no t'atreviràs a fer-lo. O potser sí, però trigaràs. He de prendre mesures dràstiques per frenar la meva corba, i no puc esperar-me més. Mai acabo de sortir-me, però volia fer d'això un poema, o potser una cançó, per rematar-ho amb la sentència que ha iniciat tots aquests pensaments que ara descodifico en lletres. El resum de tot plegat? Et vaig creure el principi d'un per sempre que al final no arriba mai.
Siempre he dicho (y aquí lo he expresado alguna vez antes) que la 'normalidad' es un lujo que no sabemos valorar hasta que la perdemos. Porque cuando pierdes algo (o a alguien...) echas a faltar todo lo bueno que tenía (y que las capas de polvo de la rutina se habían encargado de disimular o de tapar). Nos acostumbramos rápido a lo bueno y le quitamos valor porque, una vez lo tienes, ya se le presupone eternamente. Si se pudiera obviar lo trágico de esta situación apocalíptica y completamente inédita, casi diría que puede ser buenísima a medio plazo, porque tengo la sensación de que ha hecho reflexionar incluso a quien nunca lo hace. Y nos ha abierto los ojos a nivel colectivo de muchas de las taras atrofiadas de este sistema y de esta vomitiva sociedad en la que vivimos. Y la califico así a nivel estructural y de dinámicas, porque estos días tambíen estamos viendo el gran capital humano que también queda tapado por el día a día, haciendo que no lo valoremos. Curiosamente, con colectivos normalmente muy maltratados, tanto a nivel laboral y económico, como de 'prestigio social'. A ver, creo que a los profesionales sanitarios se les tiene en buena consideración a nivel generalizado, pero llevan años denunciando recortes y una debilitación sistémica que ahora estamos pagando todos en una crisis tan descomunal como ésta. Pero me refería también a tod@s es@s trabajador@s de la limpieza, cajeras, reponedores, transportistas, basureros y todo este tipo de profesiones que suele ocupar gente con menos formación académica pero que tienen tanta o más importancia que un abogado, un arquitecto o un banquero. Aunque nos hayan educado en la competitividad feroz y despiadada, y nos hayan querido hacer creer que tener esas profesiones te situaba en un escalón inferior como ser humano. Una mierda para todos los clasistas. Estos días están evidenciando que son esos 'servicios esenciales' en los que tanto se está incidiendo. Sin tod@s ell@s, nuestra vida cotidiana se desmorona. Y ahora son los que más se están exponiendo en esta situación de película de ciencia ficción que estamos viviendo en todo el planeta. Cuesta de creer, a pesar de lo rápido que parecemos habernos adaptado al nuevo paradigma...
A nivel más general aún, otra gran enseñanza de estos días es que sin la clase trabajadora el sistema se va a la mierda. Y deberíamos tomar conciencia de ello y empoderarnos (ese verbo tan de moda...), y saber utilizar ese poder que tenemos para revertir muchas de las luchas que estábamos perdiendo como clase social. Tengámoslo claro y repitámoslo tantas veces como haga falta: sin nosotr@s, el sistema se va a la mierda. Y ojalá sea así y le demos la vuelta como un calcetín. Tengo la percepción (quizás falsa o ingenua, lo admito) que al capitalismo y al neoliberalismo más agresivos nunca se le habían visto tanto las vergüenzas y las debilidades. Y siento también el anhelo (no sé si realista o naïf) de que un cambio es posible. También lo creí el 15-M, y luego acabó como acabó (y sólo hay que ver el triste -o casi diría inexistente...- papel de Podemos en estos días, dejándose atropellar por un PSOE absolutamente perdido y vendido a las presiones de patronal y mercados, e intentando disimular su nefasta gestión con banderitas y proclamas patrióticas para engañabobos). Pero quizás aquel lejano 15-M fue solo el test de prueba que empezó a generar una conciencia de clase y de que había que cambiar muchas cosas. La Monarquía nunca había sido tan cuestionada como estos días, y espero que eso sea también el inicio del fin de toda esa familia de ladrones, aunque esté atada y bien atada por los de siempre.
Y aunque parezca contradictorio estos días, confío también que puedan empezar a germinar brotes de desobediencia civil. En mi tierra ya hace un tiempo que estamos empezando a cultivarlas, pero prudentes y temerosos como somos, no nos atrevimos a llevarla hasta el extremo (y así nos ha ido, que hemos pillado igual, pero sin llegar a hacer tambalear estamentos a los que pusimos en jaque; o eso parecía...). Y digo lo de contradictorio porque en días en que se nos pide que nos quedemos en casa, estamos obedeciendo a nivel mayoritario. Siempre está la excepción de los subnormales que se creen más listos que el resto y son sólo inconscientes, egoístas o estúpidos perdidos, o la de la gente a la que no le queda más remedio que ir a trabajar por X motivos (a mi me ha tocado esta semana, después de hacer teletrabajo la anterior. Esta mañana daba mucho yuyu ir por la ciudad completamente vacía). Pero no creo que se trate de una obediencia al Estado, sino que es algo de responsabilidad colectiva y sentido común. Yo hace 10 días me tomaba a broma lo del coronavirus hasta que de manera vertiginosa fui consciente de cómo se expandía, y empecé a fijarme en lo que decían los expertos. Y es a ellos a quien hago caso: a médicos y a científicos, y también a lo que me dice el sentido común a partir de lo que veo, leo y escucho. Pero el concepto de Estado está quedando también tremendamente debilitado estos días, y viendo lo perdidos que andan los políticos (o como mínimo, los que tienen que gobernarnos), me pregunto si no serían perfectamente prescindibles y podríamos regirnos a partir de comités de expertos.
Reflexiones quizás un poco ingenuas? Podría ser. Pero estos días dan para pensar mucho. Algo que no solemos hacer, y deberíamos. Y también demostrarle a quien nos importa que nos importa. Y aprender a valorar las 'normalidades' perdidas...
Canta Sílvia, canta Maria, canta Maria José. Canta, canta, canta, porque quien canta ya se sabe lo que pasa. Debe de ser una de las pocas certezas de una vida llena de rincones y recovecos inesperados. No sé donde estoy yo ni tampoco donde andas tú. Te siento más lejos que nunca, o más bien debería decir que yo me siento más lejos tuyo que nunca. Lo que no se riega se marchita, y no se puede decir que hayas sido generosa en agua estos últimos meses. No te entiendo, y es normal, porque vas tan a la deriva que es imposible leerte con un sentido lógico. Ni tan siquiera con mi precisa intuición. Has ido dejando un reguero de miedo que ha acabado con mi ingenua ilusión de niño que creía haber encontrado su juguete favorito. Te has perdido en oscuras historias que no te llevan a ningún destino deseable. Sólo te han llevado bien lejos de mi, por mucho que no acabemos de atrevernos a cortar definitivamente esos hilillos desmenuzados de una cuerda a punto de romperse y llevarnos bien lejos, en derivas de dirección opuesta. Y seguramente es lo mejor que me podría pasar. Hacer borrón y cuenta nueva, acabar con sufrimientos innecesarios, y empezar el resto de mi vida sin perder ese punto de cierta serenidad y equilibrio que me parecía haber encontrado estas últimas semanas. Inconscientemente admito que tengo ese último hilillo de esperanza de que alejarnos pudiera hacerte ver de una vez lo que estás dejando escapar. Soy naïf por vicio. Son tiempos muy extraños, y quizás entre toda esta confusión encontremos la manera de liberarnos el uno del otro. Has viciado innecesariamente una relación que iba sola, así que tendrás que asumir las consecuencias de tus propias y torpes decisiones erróneas. Me sigues doliendo, claro, pero eso queda completamente enterrado por la enorme rabia que siento por todo lo que nos has robado, a ti y a mi. Esos dos que debían ser uno más uno. Y al final ese más ha sido menos. Y uno menos uno ya sabemos cuánto es...
El fin del mundo está aquí. Redimíos, pecadores, porque ya está aquí el peor de los virus: el miedo. El que destapa la ineptitud irresponsable del partido que, queramos o no, nos gobierna a todos: la salud de 47 millones de personas en manos de inútiles cobardes al servicio del capital y de la inservible monarquía (valga la redundancia) más corrupta de la sociedad occidental. Nada que no intenten disimular con una rojigualda, comprando unas portadas de diarios apelando a la épica y a los 11 Juanitos, y un poco de patriotismo hueco e inocuo para el microscópico enemigo. Todos unidos venceremos al virus, así que os mandamos al ejército a controlar que no salgáis de casa el fin de semana, pero el lunes id a amontonaros al metro para ir al frente a mantener en pie el sistema depredador y la economía capitalista. El virus no entiende de fronteras un día, pero al otro las cerramos como lleva insitiéndonos toda la semana el enemigo público nº1 de la Grande y Libre (bueno, el nº2, que el nº1 es el que mueve los hilos desde el exilio), con todo el sentido común y la responsabilidad que están brillando por su ausencia en Moncloa.
El mismo miedo que saca el egoísmo depredador y salvaje de muchas de las personas que nos rodean, y que nos sacarían los ojos si fuera su vida en ello. Dime cuántos rollos de papel higiénico te llevas del súper y te diré lo miserable que eres. Ese miedo que no se atreven a sentir los muchísimos inconscientes irresponsables que pululan arriba y abajo, como si la cosa no fuera con ellos ni con sus conciudadanos. El miedo a dejar de ganar dinero que perpetran mezquinos que no tienen escrúpulos para poner en riesgo la salud de sus trabajadores, obligarles a cogerse vacaciones, o directamente, echarles. O el miedo inevitable y sensato que sienten los que entienden un poco de esto y, por mucho que digan, ven que se está haciendo justo todo lo contrario, todo lo que NO debería hacerse para afrontar una situación tan delicada como ésta. Cuarto país con mayor número de contagiados y de víctimas mortales del mundo. ¡Vamos, españoles, que unidos podemos! "Yo soy español, ¿a qué quieres que te gane?"
'Toilet Chronicles' es la preciosísima canción de Núria Graham que va a salir este viernes en su nuevo disco 'Marjorie', y que es una respuesta a la canción 'Amor De Garrafa' que escribió siendo su pareja uno de los componentes de Power Burkas. Como una réplica desde su punto de vista a lo que escribió él antes sobre el lavabo del piso que compartían. Y es que toda moneda tiene dos caras, igual que cualquier historia entre dos personas. Justo eso es lo que espero desde hace 3 meses: escuchar tu 'Toilet Chronicles', como parece que al final ocurrirá el viernes (si no me dejas colgado a última hora, que viniendo de ti, todo podría ser). Tengo muchas ganas de escucharte. Tengo muchas ganas de contarte también mi 'Amor De Garrafa'. Y no sé si con ánimos de que pueda servir de algo que reconduzca esta historia que parece estar al borde del precipicio, o quizás de darle el último empujoncito para hacerla morir definitivamente y dejar de sufrir de una vez tras un año realmente exigente desde el punto de vista emocional. Estoy cansado, mucho. Y aún con la fuerza que he sentido estos últimos días y la convicción de que podría salir algo muy potente de ti y de mi juntos, no sé si sigo teniendo ganas de luchar por ello...