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Incapaz de articular más de una palabra y media, o de prestar atención a algo por más de 3 segundos y cuarto. Efectos secundarios de un día de 25 horas y media, una larga y divertida noche que acabó en espectacular puesta de sol en el centro de la ciudad, y peluquerías ya abiertas y con clientes mientras volvía para casa. ¿Qué cojones hace la gente cortándose el pelo un sábado a las 8 y media de la mañana? Estamos todos locos, de eso no hay duda. La pasiva actividad ha sido cama-ducha-comida-sofá-cena, y floto porqué me toca. Ni que decirlo, la siesta se ha alargado tanto que no he tenido tiempo para ir a comprar, con lo que el ministerio de víveres, ingestas y bebercios de la República independiente de mi casa ha proclamado el estado de emergencia. Se ha solicitado ayuda a la ONU, pero como mañana es domingo y no trabajan, habrá que tirar de pakis para salir del paso. Qué remedio...

Neblina, músculos cansados, e imposibilidad de escuchar canciones cuyo nivel de decibelios supere el del movimiento de un koala. Buscando en Spotify entre la discografía de Au Revoir Simone, por si localizo de una vez esa bendita maldita canción que tantas veces he bailado en el Sidecar (aunque anoche no la pusieron) y que llevo de copiloto desde hace semanas. No tengo ni puta idea de quién es el grupo ni el nombre de la canción, así que voy buscando al azar, cuando escucho temas similares. Hace semanas incluso descubrí una web que dicen que reconoce las canciones si las tarareas. Obviamente, no funcionó. O tarareo como el culo, o la web es una puta mierda para engañabobos (sí, fui un bobo durante los minutos que me pasé tarareando la canción ante la pantalla como un mongolo).

Y aunque en días como hoy sea un zombie, la actividad neuronal no para. Esas de ahí arriba deben de ser como los japoneses en una jornada de paro. Freakies nipones. Canadian J me escribió anoche uno de sus minimails. Antes me escribía cada día mails de 28 párrafos, y ahora me escribe uno a la semana de 2 lineas y media, en el que siempre me acaba diciendo que me escribirá tranquilamente en los próximos días. El lunes no dio ni una puta señal de vida para desearme suerte en la nueva aventura profesional que empecé esta semana. Tardó 3 días en responder a la llamada que le hice el domingo pasado y que no cogió... total, que cuando el miércoles me escribió un sms de mierda, corto y superficial, decidí declararme en huelga y pasar de ella completamente. No le he contestado ni al sms ni al mail, ni pienso hacerlo. ¿Para qué perder el tiempo por alguien que parece haber perdido su interés por mí como por arte de magia? ¿O debería de decir como por arte de barba?

Lo mejor de todo es que, aún con algún sufrimiento, he disfrutado bastante la 1ª semana de nuevo curro (en el mismo sitio, pero nueva tarea, me refiero). Y sigo con ese aire abierto y estimulante que me traje de San Francisco, y con ganas de hacer cosas y ver e interrelacionarme con la gente. Tengo mucha mierda dentro, pero también mucho brillo que quiero compartir. Porqué yo lo valgo. Y si no lo valgo, vendo la moto, que así funciona esta mierda de mundo de escaparates vacíos.

Me encanta la noche, y el azar, y las situaciones inesperadas, y las sorprendentes. Y las noches que acaban de día, y la filosofía callejera que emana del alcohol y la música, y la empatía que se da en momentos concretos en que todo parece estar justo en el lugar donde le toca. Alineaciones de planetas. Coincidencias de necesidades. Almas liberadas, porqué cuando ya has perdido opción al título siempre juegas mucho más suelto. Me pareció ver a M Sidecar en el ídem, compartiendo filete con un tipo, pero la verdad es que ni me molesta ni me preocupa, porqué por algo fui yo el que decidió abandonar a su suerte esa relación de carne que no tenía ningún sentido. Y anoche se demostró que, a veces, que te digan que no justo a tiempo o que le paren los pies a tus impulsos animales tampoco tiene por qué ser una cosa negativa. La diversión fue igualmente gratificante, y siempre nos quedará la autoestima...