El sainete de estos últimos días me provoca muchas reflexiones. Una, que la justicia belga es justicia, en contraposición a esta farsa que tenemos en España y que se guía por el sentimiento de venganza y voluntad de humillación que tiene la derecha que todo lo mueve (ya no sólo por las detenciones de medio Govern, o el humillante trato que recibieron en el traslado, sino por la escandalosa colección de irregularidades de todo el proceso judicial). Ante la desfachatez y la impunidad de políticos de derecha y de jueces y/o fiscales, el papel de la supuesta izquierda española está siendo lamentable. Y evidentemente cuando hablo de izquierda no me refiero al PSOE (que tiene de socialista lo que yo de campesina de la estepa siberiana). Hay silencios cómplices, inacciones, equilibristas ambigüedades electorales, y maneras de hacer intervencionistas que hablan por sí solas. Con mayor o menor acierto, pero el independentismo catalán ha plantado más cara al neofranquismo en estos últimos meses que la izquierda española en 40 años. Otro tema es la vergonzosa impunidad de la violencia de ultraderecha (en todas y cada una de las manifestaciones unionistas pasa algo... y a la vez, no pasa nada: el sábado, paliza en Mataró entre gritos de "Viva Hitler!" a un chico que se negó a decir "Viva España"; esta noche en St. Cugat, un grupo de exaltados arrancando una pancarta del ayuntamiento que exigía la libertad de los presos políticos; una imagen vale mas que 1000 palabras...). Es todo una puta vergüenza. Eso sí, si El Jueves hace una portada mofándose de la policía, imputados. Si unos raperos hacen letras insurgentes, imputados. Si unos profesores hablan de la violencia policial del 1 de octubre, a declarar. Se están meando en la democracia y en nuestras libertades y derechos sin vergüenza alguna, y todos los que callan y no mueven un dedo al respecto son cómplices de ello. Hoy nos toca a nosotros, pero mañana quizás seáis vosotros las víctimas. Y a lo mejor ya será tarde. La situación es tan grave y escandalosa que debería estar toda España en la calle para echar a esa panda de delincuentes de Moncloa que colecciona imputados por corrupción y testigos muertos en extrañas circunstancias. Siempre digo que todos tenemos lo que nos merecemos. Y esta España (la xenófoba, pero también la pasiva) merece sobradamente toda esta mierda. No me extraña que un ex primer ministro belga llame "franquista autoritario" a Rajoy, o que la BBC se pregunte si España es un estado fascista.
También tengo bilis para repartir a nivel interno. Hemos regalado autogobierno, Parlamento, Mossos, control de finanzas, la libertad de dos personas inocentes y de la mitad del Govern a cambio de una proclamación simbólica y ridícula de una República inexistente y sin estructuras de estado (o si existen, las tienen más escondidas que las urnas de el 1 de octubre). Unos nos quieren humillados y rendidos, y los otros, que no han hecho los deberes y quieren ganar más tiempo, nos levantan la camisa enviándonos a unas elecciones autonómicas convocadas de forma ilegítima por quien nos lo ha robado todo meándose en nuestra cara. Si nuestros políticos no se creen lo que aprobaron hace dos viernes, ¿por qué cojones lo hicieron? (este artículo de La Vanguardia sobre el jueves previo es tremendamente interesante y muy revelador. Y este otro de CTXT es irónico, mordaz y divertido). El único activo real que tenemos es la enorme voluntad de cambio y las ansias de libertad de, al menos, 2.200.000 personas. Un enorme y valioso punto de partida, es cierto. Pero me temo que, hoy por hoy, insuficiente para hacer frente a la maquinaria de un Estado con tics neofranquistas y que tiene a su alcance y juega como quiere con prensa, jueces y la violencia impune de sus cachorros de ultraderecha. Y cuando los que tienes en casa son unos trileros expertos en el arte del escapismo por la tangente, mal vamos.
Se nos piden más y más actos de fe a cambio de nada. Y quizá sea por mi ateísmo convencido, pero yo los actos de fe sólo les regalo a cambio de realidades. Y la que veo frente a mí ahora mismo no me invita demasiado al optimismo. Muchos de nuestros políticos no están a la altura de la gente a la que representan. Soy totalmente contrario a participar en las elecciones del 21-D porque me parecen una trampa, tienen 0 legitimidad, son una incoherencia desde nuestra perspectiva, y lo dejarán todo exactamente igual a como estábamos hace 2 años: ligera victoria de los partidos independentistas ( si no los ilegalizan antes), y venga a marear más la perdiz. Pero como buen ser humano, estoy dispuesto a caer en la incoherencia y participar, si es la única manera de recuperar democráticamente la voluntad popular y trasladarla al Parlament. Y las ganas de escapar de tanta mierda y tanta caspa con olor a rancio franquismo pueden con todo y yo no me rendiré, pero empiezo a estar harto de que nos tomen por imbéciles. Unos y otros. Y también me siento un poco cansado de la ingenuidad de la Revolución de las Sonrisas. La Revolución Naïf. La Revolución twee-pop. O quizás sería mejor decir twit-pop...