dimecres, 27 de desembre del 2017

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Por fortuna, ya ha pasado la navidad, fecha donde la gilipollez integral de la sociedad se multiplica por 1000. Y en mi caso, las celebraciones familiares se han limitado exclusivamente a una cena y una comida con mis padres. Una navidad honesta, porque tengo cero contacto con el resto de mi familia durante el año, salvo algún mensajillo de facebook. Una herramienta útil para calmar conciencias, o enviar felicitaciones a gente a la que no verás ni por la que te interesarás ni una sola vez en los próximos 365 días. La vida es así de triste, y el ser humano es así de hipócrita. Nada nuevo bajo el sol.

Anoche salí y besé a una chica casada y con un hijo a la que conocimos en la fiesta 90's a la que fuimos. Cuando me lo dijo tuve claro que no debía traspasar los límites permitidos, pero aunque me fui a bailar y charlar con otras, no paró de venir a buscarme, y bailar cada vez más arrambada, y decirme todo el rato que hacía un año que no estaba bien con su marido y que lo iba a dejar en breve. No me justifico, ni mucho menos. Me hago cargo plenamente de mi corresponsabilidad al 50%. Pero tampoco me siento culpable en absoluto. No me gusta reprimir mis instintos, soy libre, y si me buscan, me acaban encontrando. Lo pasamos bien, lo dejamos ahí, y prefirió no intercambiarnos teléfonos para evitar tentaciones. Lo encontré perfectamente comprensible, y lo acepté sin ningún problema. Tampoco yo quería nada más allá de ese momento de diversión puntual y recarga de ego.

En la fiesta había muchos nostálgicos dos décadas más viejos, musicón del que hace perder la cabeza, y ganas de olvidar estas fechas tan deprimentes divirtiéndote sin pensar. Y también de olvidar la realidad emocional, claro. Es curioso el proceso de las decepciones amorosas: negación, desesperación, asunción, escepticismo y cinismo. Llega un punto en que te la suda todo, y vas por el mundo sin pensar en absoluto en los que te rodean. Es una especie de venganza colectiva a todos tus rechazos. Y no es que me guste comportarme así, pero acabo cayendo inconscientemente. Es una reacción instintiva, visceral, incluso algo infantil. Pero totalmente comprensible. No me culpo por ello, aunque cuando mi mente se sitúa en momentos de más frialdad racional y cierta lucidez, reacciono rebelándome y queriendo actuar mejor, y ser mejor persona, y más amable, y más encantador, y más empático... como si la mejor venganza posible fuera hacerte aún mejor a ti mismo para que quien te haya rechazado se pierda todo eso. Evidentemente, al final de lo que se trata es de evolucionar y crecer y ser mejor persona para uno mismo. Y, por extensión, para los que te rodean y te aprecian. Pero cuando el rechazo es recurrente te lo acabas tomando como algo personal. Y si encima eres orgulloso, es fácil caer en sentimientos vengativos.

Hoy he pensado en este año, a niveles sentimentales. El año en que La Chica Con Pelo De Chico me ha perdido. Porque ya he dejado de sentir que era yo quien la estaba perdiendo a ella. Ha sido la persona más importante y especial de mi vida en los dos últimos años, sin duda. Celebro haberla conocido, y haber vivido todo lo que hemos vivido, y haber pasado por todas las situaciones que hemos vivido. Buenas y malas. La sigo apreciando, y quizás en un tiempo no muy lejano sea capaz de recuperar el contacto. Pero ahora mismo no la echo de menos. Pensando fríamente, hay muchas cosas de ella que me han decepcionado mucho. Y por la manera en que me ha tratado en momentos puntuales, no merece que siga sufriendo por ella. Me jode su inacción en estos últimos meses, y que no haya movido un dedo para intentar salvar esta relación que se iba al garete. Y su falta total de interés por mi desde que acabó el verano. Pero también es bueno ver la realidad tal como es. A las personas se las ve cómo son realmente en los malos momentos. Y ella ha suspendido en esta circunstancia.

Y también he pensado en La Chica Del Ex Novio Imaginario. Me gusta muchísimo, y no me escondo. Le regalé una entrada para ir juntos a ver a Angel Olsen, y le encantó y me dijo que no se lo esperaba. Y hoy pensaba en invitarle a desafiar sus prejuicios, y a ser valiente, y a ayudarme a derribar ese muro que ha levantado entre los dos. Pero tampoco quiero hacerlo y que parezca que la estoy presionando, o que estoy forzando las cosas. Mi impaciencia eterna me lleva siempre a querer acelerar el proceso natural de las cosas, y eso me acaba perjudicando. Pero es que la deseo tan fuerte que los días se me hacen eternos sin sentir que avanzo algo. Siempre he sido una persona muy intuitiva y empática, y percibo perfectamente que se siente sola, y que querría encontrar a alguien especial. A veces me pregunto si yo no lo soy, o es sólo que no sé venderme suficientemente bien, por mis propias inseguridades o por falta de vanidad. O quizás todo se reduzca a que debería conseguir de una vez no pensar tanto, ni darle tantas vueltas a la cabeza, y dejar que las cosas pasen cuando tengan que pasar. Si es que tienen que pasar...