Cuesta de creer volver a estar por aquí. Me acabo de dar cuenta que últimamente vuelvo una vez cada dos años. Y, como veces anteriores, había olvidado la contraseña, y suerte de las opciones de recuperación. Acabo de ver 'Fallen Leaves' y me han entrado ganas de escribir. De hecho, hace tiempo que NECESITABA escribir. Y hay muchas cosas para explicar como para ponerme más poético o abstracto. Ya habra tiempo, si le doy continuidad a esto. Pero me han pasado muchísimas cosas en este tiempo, especialmente en el último año, y mi vida ha pegado un giro bastante radical. Toda una existencia de individualismo e independencia puesta del revés por aquellas cosas de la vida. Yo que nunca he querido tener hijos, y de un día para otro, me salieron dos de golpe. Heptagenarios, y dándome el relevo de roles que nunca imaginé. Dependientes de su único hijo, solo ante el peligro. Un hostión de realidad, o mejor dicho, dos de golpe. Un nuevo mundo abriéndose bajo tus pies, y dejándote caer al mayor de los abismos. Terror y soledad como únicas compañías, y un instinto de supervivencia que no sabes de donde te sale, pero te sale, mientras te adentras en nuevos mundos médicos y burocráticos que te abruman, te superan y te sepultan, haciéndote sentir minúsculo e indefenso. Porqué uno ya sabía a la perfección que la sanidad pública está bajo mínimos, pero hasta que no te comes urgencias de 26 horas de espera no eres plenamente consciente de la magnitud de la tragedia. Y hasta que no necesitas ayuda de servicios sociales de cualquiera de las administraciones públicas no te das cuenta de la absoluta escasez de recursos que se destinan a las que deberían ser las patas básicas de cualquier sociedad mínimamente decente.
Así, 13 meses después de que empezara esta pesadilla el día de Fin de Año de 2023, seguimos sin una sola ayuda pública, tirando de recursos privados que costeamos de nuestro bolsillo. Al principio, por la urgencia y el absoluto desconocimiento de este mundillo, a través de una agencia de atención a domicilio que se reveló como una de las mayores estafas de esta sociedad de estafadores profesionales. Detrás de esos preciosos anuncios de TV se esconde una perversa red de empresas que explota a sus trabajadoras con sueldos miserables cobrando a las familias una cantidad de dinero indecente e inasumible. Empresas que prohíben a sus trabajadoras facilitar su teléfono a los familiares, primera regla que nos saltamos ipso facto, por supuesto. Así, tras tres meses a precio de oro y unas cuantas cuidadoras que pasaron por casa (algunas muy bien pero otras, un auténtico desastre, incluyendo la subnormal que vino hecha un trapo, sin mascarilla, y pavoneándose de que ella nunca iba al médico, y le pegó el covid a mi padre, enviándole 9 días al hospital), cogí el contacto de las que más nos convencieron y las contraté yo directamente, pagándoles el doble de lo que cobraban en la agencia y que continuaba siendo bastante menos de lo que pagábamos nosotros. O, mejor dicho, nuestra favorita fue la única a la que conseguí contratar, porqué las demás no querían contrato. Nos ha durado 5 meses por culpa del cabronazo del jefe que no paga a su marido, y que le ha llevado a tener que buscarse otra faena de más horas, dejándonos otra vez en bragas y con la sensación de que no vamos a encontrar otra igual. Otro de esos ejemplos de cómo un desgraciado al que ni tan siquiera conoces te puede joder la vida y provocarte dolores de cabeza y ataques de ansiedad a los que ya me he ido acostumbrando en estos 13 meses. No lo había dicho, pero me he tenido que instalar en casa de mis padres gran parte de la semana, con lo que he perdido completamente mi espacio, mi intimidad, mi tiempo y, en definitiva, mi vida. Me siento completamente atrapado por la situación, sin ningún tipo de apoyo público ni familiar, y con cero perspectivas de que esto vaya a cambiar en un futuro a corto o medio plazo.
Y sí, a pesar de todo, de estancias hospitalarias y sociosanitarias de ambos, de mil gestiones burocráticas, de preocupaciones y angustias constantes, de fatiga y dolores físicos, de marrones constantes provocados por un piso ruinoso donde todo se estropea, de llevar 15 meses sin salir de la ciudad, de no recordar cuándo fue la última relación de cualquier tipo que tuve con un cuerpo o una mente exterior, de no tener ganas de ver a nadie, y de estar hasta los santísimos cojones de todo (por muy encantado que me sienta de poder ayudarles), también ha habido cosas positivas. Recuperar tiempo y vínculo con ellos, por ejemplo, aunque eso pueda hacer aún más doloroso todo lo que tenga que venir. Que no va a ser bueno. Que va a ir a peor. Que, hasta que no lo vives en tus propias carnes, no te imaginas lo duro que puede llegar a ser cómo tu propio padre no se acuerda de tu nombre, o episodios en que parece haberse ido a otros mundos en una mente que parece desmoronarse por momentos. Se me humedecen los ojos sólo de recordarlo. Y aunque ahora parece haberse recuperado bastante, y estoy convencido de que mi omnipresencia les está yendo muy bien a muchos niveles (más allá de los puramente prácticos o logísticos), sé que esto va a ir a peor. Aunque me niegue a admitirlo, como si deseando algo muy fuerte fuera a parar un proceso de degeneración cognitiva que, a día de hoy, no tiene cura ni freno. Por mi cara bonita, o no tanto. Por eso, intento vivirlos y disfrutarlos ahora al máximo, y cualquier conversación o pequeño momento juntos es como un regalo. Y hasta hay momentos en que reímos mucho, de cualquier cosa, o hasta de la propia situación, como si fuera una manera de ponernos una armadura con la que sacarle hierro al asunto. Y aunque odio cocinar, las pocas veces en que sale algo digno y me dicen que les gusta, siento un calorcito dentro, como queriéndome convencer de que está valiendo la pena tanto sacrificio. A veces dudo si no debería hacer caso a las propias trabajadoras sociales que me dicen que tengo que ser egoísta. Pero sigo sintiéndome mal si me estoy más de un día en mi casa, como esta noche, para tomarme un respiro, autoengañarme un poco y hacer ver que he vuelto a mi vida de hace 14 meses. Ojalá fuera posible volver a ese punto...
....pero ese no ha sido el único gran cambio en todo este tiempo. El otro más significativo e increíble sucedió hace ya unos cuantos meses. Ya había comentado varias veces por aquí el odio que sentía por el vecino subnormal yonqui de la nicotina que no me dejaba vivir tranquilo con el ruido de la tos constante, expansiva, irritante, podrida... tras años y años de decírselo e intentar hacerle entender que tenía que respetar mi derecho al descanso y él pasar de todo como si no fuera como él, pedí ayuda a través de una mediación municipal. Me sorprendió gratamente que accediera, la hicimos, y llegamos a unos acuerdos de mínimos... que él se saltó a los pocos días. Estando yo ya sacando fuego por las orejas, en la siguiente reunión de vecinos me discutí por enésima vez con su mujer (él ya no se atrevía a ir para no dar la cara), y tanto el resto de los vecinos como la propia administradora me insistieron que le denunciara de una vez porqué me estaba haciendo la vida imposible y no iba a cambiar. Un nuevo marronazo, cuando ya llevaba unos primeros meses de tormenta con el tema de mis padres. Esa noche, en casa de mis padres, no pude casi ni dormir de la angustia y de los nervios. Y, como si fuera una película o un true crime, al día siguiente la situación dio un vuelco inesperado e increíble. Ya casi a la hora de cenar, recibo una llamada de mi vecino de delante, un señor con el que me llevo genial y siempre me está haciendo broma. Y me dice: "¿Sabes lo que ha pasado?". Y yo: "¿Qué ha pasado de qué?". Y me suelta: "Que se ha muerto. Su mujer se lo ha encontrado en el suelo esta tarde al llegar a casa y ya no han podido hacer nada". Me quedé en shock. Helado. Sentí una lástima total por sus hijos y su mujer, a pesar de que hubiera intentado defender lo indefendible en todo este tiempo. Y mira que se veía venir, porqué esa tos tan estridente y violenta no era normal. Pero aún así, cuesta de creer que pueda llegar a pasar algo así. Y hasta un buen rato después no me vino a la cabeza la frase: "ya está. El problema se ha acabado". Tantos años intentando solucionarlo hablando y argumentando, y al final se arregló de golpe y a lo bestia. Quizás por el influjo de 'Crims' y esos true crimes que tanto me atraen, admito que luego pensé: "a ver si se van a pensar que tengo algo que ver, tras la discusión del día anterior". La mente a veces tiene unas cosas...
Y bueno, el mundo está como está. Si hacía años y años que odiaba a Israel, no os podéis imaginar cuánto se ha incrementado ese sentimiento. El genocidio en Gaza, la impunidad absoluta de la barbarie sionista y la pasividad de las supuestas democracias occidentales son la gran vergüenza de nuestra generación. Y son el mayor símbolo de la decadencia absoluta de las sociedades del supuesto primer mundo. Todo ahí afuera da asco y pavor a partes iguales. La normalización y blanqueamiento de los discursos de ultraderecha. Payasos que son un peligro público en cargos de máximo poder en medio planeta. Los bancos que rescatamos en su día cada vez más ricos y la gente cada vez más apurada. La absoluta vergüenza del tema de la vivienda. Corruptos y más corruptos. El circo mediático. Cretinos sin cerebro haciendo el mamarracho en redes sociales. Exhibicionismo obsceno. Conspiranoicos desafiando a la inteligencia y al sentido común. Mi lengua materna en estado crítico. La tragedia de Valencia. 2025 y seguimos manteniendo una monarquía de la Edad Media... todo nos parece una mierda, que decían Astrud. Bueno, todo no, porqué mi único flotador sigue siendo la música, y eso no cambiará.
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