Admito que siento inquietud e incomodidad cuando algún buitre viene a tirarte la caña, aunque tú sueles esquivarlos. Supongo que es miedo. Mientras no haya nadie más, puedo seguir aspirando a un milagro que consiga dar un vuelco a la situación. Seguramente sea egoísta, lo sé. Pero el corazón que late fuerte no entiende de fair-play. Siento una fuerza irrefrenable que me empuja a querer besarte cuando bailamos, o cuando juntamos frente con frente cantado alguna canción que parece hablar de nosotros. O al menos me gusta imaginarlo así. Ojalá en ese momento desaparecieran todos los demás, y nos quedáramos solos tú y yo, sin nadie alrededor. Ojalá desapareciera ese muro que has levantado, y pudiera demostrarte cómo me remueves por dentro. Ojalá la realidad fuera mentira. Ojalá.
Subimos Rambla arriba, y dejamos al último compañero y nos quedamos solos. Bajamos las escaleras de la estación y se te caen las monedas cuando intentas comprar agua en la máquina. Hemos bebido, sí, pero tampoco me siento especialmente etílico. No tanto como tú. Llegamos a la entrada, nos quedamos unos segundos abrazados, besos cariñosos, y me vuelve a salir esa vena paternalista diciéndote que me envíes un mensaje cuando llegues. Entras, y te miro mientras te alejas escaleras abajo. Siento una pena enorme. Y un vacío del tamaño de un estadio olímpico. La soledad me pica en el hombro e intenta abrazarme. Intento resistirme mientras me meto en el metro, pero sigue susurrando al oído. La gente alrededor no tiene caras. La jodida insiste, y me empieza a cantar canciones tristes ya en la calle, cogida a mi pierna. Llego a casa, y me siento tan desgastado que no tengo fuerzas ni para intentar llorar. Se mete conmigo en la cama, y ni tan siquiera la calidez del nórdico consigue hacerme sentir mejor. Me siento en mitad de la oscura nada. Una vez más. La historia en bucle se repite.
Reapareces un buen rato después en la pantalla de mi móvil. Has llegado a casa, y vuelves a estar a decenas de kilómetros de distancia. De hecho, no has dejado de estarlo en ningún momento, incluso cuando estábamos pegados. Supongo que no debes ni imaginarte cómo me siento, por mucho que te dijera semanas atrás que me gustas. Mucho. Me desmorono ahora al recordarlo. El pecho oprime, hasta que explota. No puedo más. Me resquebrajo por dentro. Sangro. He dormido poco y mal. Tengo escalofríos. La angustia me invade por dentro. Respiro entrecortado. Lloro. Sollozo. Gimo. Quisiera ser un robot. Acabar con esta tortura. No sentir nada nunca más. Por nadie. No romperme en 1000 pedazos. Ni sentirme bicho raro. Ni el único marginado al que no le dejan jugar. Sentirme un poco normal, dentro de mi dEsoRdeN. Dejar de mirar el aparador desde fuera. Descargar de una puta vez esta mochila de piedras que me empujan al abismo. Una oportunidad. Es lo único que pido.
3 comentaris:
Ay pequeño Des, un abrazote grande. No es gran cosa pero por lo menos que te quite un poquito ese dolor en alma por un momento
Te leo en la sombra.
Besotes
Lo has bordado. Se que no escribiste este texto para ganar ningún concurso,que lo hiciste desde dentro,con naturalidad. Pero ese es el secreto,tus palabras están tan manchadas de verdad que son jodidamente perfectas.Me atrapa tu forma de contar y vivir. Y sabes qué? Creo que es muy bueno sentir,aunque lo que sientas te haga daño en ocasiones. Pero dios, ese instante en que a ella se le caen las monedas al suelo,ese momento en que llegas a casa y la sueñas y te revuelves y te emocionas...es tan real! Tú corazón está vivo y, en algún momento alguién escuchará sus latidos y querrá hacer música con ellos.
Un beso desde Madrid
Gracias, Pio :) Hay momentos catárticos que son dolorosos pero seguramente necesarios. Nada que el tiempo no pueda curar. Espero. Tú qué tal? Besazo.
Creo que más que un texto fue un vómito de realidad, myowndisaster. Necesitaba sacarlo. Hacerlo tangible. Verlo con mis ojos, hasta que se empañaron. Un escozor necesario para sentir alivio. Bueno, bastante más que un simple escozor. Sentir es un regalo, pero también un tormento a veces. Supongo que es mejor esto que la atrofia emocional, pero a veces duele. Mucho. Música con latidos. Suena precioso, y no se me ocurre nada mejor que sentir. Aunque me suene a ciencia ficción ahora mismo. Mordiscos y besazos desde diSoRdErLand.
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