dilluns, 27 d’abril del 2020

cOVid-19(84)




Sexta semana de confinamiento. Hay momentos que pienso que podría quedarme perfectamente en mi casa para siempre jamás. Entiéndase en estas condiciones de poder salir una vez a la semana para ir a hacer la compra y bajar la basura, y poder teletrabajar para pagarme mis cosas. El único 'pero' sería poder deshacerme de los 4 imbéciles incívicos que nos tocan a tod@s de vecinos, por pura proporción de estupidez humana. En mi caso, ahora mismo no me importaría que desaparecieran para siempre unos cuantos personajes: los italianos del edificio colindante que se mudaron hace relativamente poco y que confunden los conceptos 'hablar' y 'gritar', y no acaban de tener claro que a las 4 de la mañana no se puede ver la televisión a todo trapo. También al subnormal maleducado que sale al patio a hacer llamadas y videoconferencias constantes a gritos, no sea que haya algún vecino en 7 kms. a la redonda que no se entere (es el mismo mongolo que llegó a lo grande al vecindario 6 años atrás, haciendo barbacoas en unos bajos...). Y hablando de bajos, el de los míos (entiéndase de mi edificio...) también acoge a otro espécimen egoísta al que le he dicho 1000 veces de buenas maneras (y una vez hasta con una ocurrente y creativa, a la par que simpática, lluvia de papeles con las palabras 'civismo', 'respeto', 'convivencia' y similares que invadieron su patio) que por favor no sea tan escandaloso cada vez que sale al patio a fumar como el maldito yonqui que es, tosiendo a 10.000 decibelios de manera asquerosamente desagradable. Especialmente si son las 7 de la mañana o la una de la madrugada, por poner dos ejemplos de su extenso abanico horario de funciones nauseabundas e invasiones acústicas en mi hogar. Podría hacer extensiva la lista a las adolescentes de otro de los patios que se ponen a jugar al deporte con la pelota más ruidosa de todas, el voleibol; o a algún episodio puntual de músicas excesivamente altas; o a la nueva pareja del piso colindante que algún día de buena mañana se han puesto a gritar en su cocina que da pared con pared mi habitación; pero con los 3 primeros ya me conformaría. Convivir 24 horas al día durante 6 semanas con toda esta fauna ha aumentado toavía más mis habitualmente altos niveles de misantropía. Sí, echo de menos a mis padres, o incluso a algun@s de mis amig@s, pero creo que, al final, podría vivir perfectamente sin el 95% de las personas que rodean mi existencia. Y no lo digo como desprecio, sino como evidencia real. De la misma forma que el 99'9% del planeta podría vivir sin mi. O de la misma manera que tod@s podríamos vivir sin el 90% de las cosas que tenemos en casa, o de las actividades con las que llenábamos hasta hace mes y medio nuestras erráticas vidas.

Y a todo esto, esta noche he visto dos episodios que me han dejado helado de un programa de TV muy interesante que he descubierto estas semanas (básicamente porque los domingos trabajo hasta tarde, y normalmente no suelo ver demasiado la televisión. Por no decir casi nada...): 'No Pot Ser'. Se trata de un espacio divulgativo de formato reportaje con entrevistas sobre tecnología, innovación, etc, para explicar y describir el mundo futuro (o no tanto...) que nos espera a corto/medio tiempo. Hoy han emitido un capítulo nuevo y otro de la primera temporada sobre fake news, bots, el negocio de los datos... y ha sido realmente espeluznante tomar conciencia de todo eso. A ver, quien más quien menos, cualquier persona con dos dedos de frente y un poquito despierta sabe que llevamos años regalando datos y gran parte de nuestra privacidad a través de las redes sociales (o aquí mismo, en un blog supuestamente anónimo pero que en alguna parte del planeta puede haber alguien que sepa perfectamente quién hay detrás y montones de cosas sobre mi por algo tan simple como la IP). Pero el caso es que en el programa había ejemplos realmente increíbles. Desde un simple juego para el móvil aparentmente inocente con el que alguien puede llegar a controlar tu ubicación o recorrido geográfico a tiempo real (o lo que hiciste el día tal de tal año), hasta los nuevos métodos de reconocimiento facial o dactilar con los que pueden llegar a tenernos controlados a todas horas y lugares (y generar un sistema a lo Black Mirror de premios y castigos en función de tu comportamiento social, como ya están probando en China). O la facilidad de manipular la opinión pública mediante fake news o perfiles falsos de twitter para dar falsas percepciones de una realidad totalmente distorsionada, o la capacidad de gigantes como Facebook o Google para decantar unas elecciones con algo tan simple como la búsqueda predictiva... muy recomendables los dos episodios. Los dejo aquí, por si os interesa el tema (son en catalán, pero es fácil de entender, a no ser que seas un tarugo intolerante y xenófobo, que también podría ser...).




Todo esto me ha hecho pensar en lo que ha pasado hoy con la salida a la calle de padres con niños, desde distintos ángulos: por una parte, la imbecilidad de algunos irresponsables que han puesto en riesgo tantas semanas de esfuerzo colectivo, sin importarles una mierda los demás, y en un ejercicio de amnesia instantanea, inconsciencia mendruga, y egoísmo neanderthal. Y por otra parte, en cómo a partir del comportamiento de unos cuántos tontopollas, se puede llegar a generalizar y estigmatizar a todo un colectivo (en este caso, los padres/madres; y en otros que llevamos viviendo los últimos años, las feministas, los independentistas, los migrantes, etc.). Manipular la opinión pública de segmentos de población perfectamente acotados y determinados nunca ha sido tan fácil ni tan barato. Estamos creando un mundo de mierda que da mucho, muchísimo miedo. El terreno está perfectamente abonado para la sociedad del control total, de la manipulación dirigida, del egoísmo y el miedo. Preparémonos, porque lo peor que vendrá tras la crisis del coronavirus no será la "terrible" recesión económica que nos están anunciando a los cuatro vientos, en otra jugada para ir preparando el terreno. Infundir el miedo es la mejor manera de seguir recortando derechos civiles básicos sin que casi nos demos cuenta. En occidente hace años que las guerras no se hacen con bombas, y que la esclavitud se ejerce sin necesidad de cadenas físicas. Y gran parte de la responsabilidad es nuestra...





dimecres, 15 d’abril del 2020

VeNTanAs dEL APocaLiPSis




Hace un mes que no toco a nadie. Literalmente. No hablo en sentido puramente sexual. Hablo en cualquier sentido. Un mes sin ejercitar el sentido del tacto en otra piel que no sea la mía. Sea un dar la mano. Un beso. Un abrazo. Un golpecito en la espalda. Una cópula. Nada. Efectos de un confinamiento estricto y solitario. Estar conmigo no me supone problema alguno. De hecho, es algo que me encanta, y a lo que estoy acostumbrado plenamente. Como buen individualista, disfruto estos momentos de propia compañía. Teletrabajo, leo, tomo el sol en la azotea o el balcón, veo películas, escucho música, hago fotos o las trabajo, escribo... y una vez a la semana, bajo la basura y compro comida, productos de limpieza o alguna cosa en la farmacia. Eso son los únicos momentos presenciales de interacción social. El teléfono o internet se encargan de los virtuales. Y los viscerales son los insultos a la pantalla del televisor cuando sale el neoliberal Pedro Sánchez dispuesto a vender y exponer a la clase trabajadora en beneficio de la economía, o alguno de esos militares que no sé qué cojones pintan en toda esta crisis sanitaria. El uno y los otros intentan vendernos todo esto como una guerra, envueltos en banderas de estúpido patriotismo nacionalista y paternalista, tratando a la gente de imbécil, y de héroes a todos aquellos que hasta ahora eran repudiados por la sociedad: Dejaréis de ser héroes cuando la gente no tenga miedo. Dejaréis de ser héroes cuando a los políticos les interese. Ahora sois carne de cañón, por eso os llaman héroes”, brillante frase de la película de Kubrick 'Senderos de Gloria' que estos días hemos visto reproducida aquí y allí en redes. A ver cuántos de los que les llaman héroes o salen a aplaudirlos al balcón luego se acuerdan de ell@s cuando esto pase y vuelvan a hacer huelga para reclamar todo lo que les han recortado o lo que no les han valorado hasta ahora...

El futuro siempre es incierto, pero ahora mucho más. Ya nos están sobreavisando y metiendo el miedo en el cuerpo, porque el miedo siempre es la mejor manera de controlar a las masas. Y las situaciones de caos y de crisis son los mejores momentos para seguir recortando libertades y derechos civiles. Y eso es lo que más me preocupa de lo que tenga que venir. Por mi la economía mundial se podría hundir en la miseria para siempre jamás, y a ver si así conseguimos liberarnos de esta mierda de sistema capitalista e inhumano y lo reinventamos todo de nuevo. No soy tan ingenuo como para creerme que eso vaya a pasar, pero me gustaría pensar que tanto tiempo en casa haya servido para que todos reflexionemos y tomemos conciencia de que tendríamos que cambiar muchas cosas del mundo en el que hasta ahora vivíamos. Desarrollar una mirada con sentido colectivo y dejar de mirarnos el ombligo tod@s, empezando por mí mismo, que en el fondo es una manera más de mirarse al ombligo. Relacionarnos de otra manera mucho más respetuosa, generosa y empática, y aprender de una vez por todas que cuidarse y quererse a un@ mism@ es el primer paso para cuidar y querer a l@s demás, como nos está demostrando esta pandemia. Y hacerlo también con el entorno. A la que el ser humano se ha quedado en la madriguera, el planeta ha vuelto a respirar. Y es que no hay virus más letales que el capitalismo y el propio ser humano.

No puedo dejar de sentir esta rabia eterna, alimentada también por gente de carne y hueso con espíritu de fantasma que viene y se va de manera caprichosa y cobarde...