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El día después de una huelga muy poco general, me han pululado varias reflexiones por la cabeza. Al margen de que fue un fracaso bastante previsible por lo mal organizada que estuvo, un servidor se llevó para casa un sabor a decepción y una mezcla de tristeza y rabia. Uno, por la ausencia de libertades para poder elegir libremente si querías hacer huelga o no: por un lado, por los putos piquetes. Si esto fuera una democracia de verdad, hoy todos ellos estarían entre rejas por coaccionar a la gente que quería trabajar. Ponte tú un día cualquiera en la puerta de una fábrica, empresa, tienda, etc. y amenaza a sus trabajadores para impedir que entren a sus puestos de trabajo. Verás qué rápido se te llevarán para chirona. Sinceramente os lo digo: cuando escuché que había piquetes en los hospitales que habían sido atropellados a las puertas de fábricas, no me dieron ninguna pena. Pensé que, simplemente, se lo habían buscado, ni más ni menos. Pero en días de huelga se ve que todo vale. Esa fue la segunda decepción de ayer: los putos subnormales que apedrearon escaparates, unidades móviles de prensa, quemaron mobiliario urbano, y se dedicaron a hacer el salvaje aquí y allí. Joder, puestos a ser violentos, saquead los bancos y repartid el dinero; o entrad al Parlamento y rebanad unas cuantas cabezas de los ineptos que nos han llevado a la maldita crisis de las narices. Pero para eso no tienen huevos, porqué saben que ahí sí que se les caería el pelo. Y antes de abandonar el tema violento, otra colleja dEsoRdeNada para mucho hijo de puta suelto en el cuerpo de la Policía Nacional, que aprovecha estas situaciones de caos para repartir palos indiscriminadamente y, en muchos casos, absolutamente desmesurados. Todavía recuerdo, hace unos años, cómo pusieron a un amigo mío que venía de comprar, cargado de bolsas del súper, porqué tuvo la mala suerte de ir por la calle donde había habido disturbios por una manifestación okupa. Os aseguro que mi amigo tiene bien poca pinta de okupa. Hijos de la gran puta...

Y el otro motivo de decepción ha sido en la empresa donde trabajo. En general se secundó bastante la huelga, pero justo en mi sección fue donde menos. La hicimos 3 de 14. Y aunque celebro el triunfo de la normalidad que supone que los que quisieron fueron a trabajar, y los que quisimos hicimos huelga, lamento profundamente las motivaciones de muchos de los que fueron: 1) por miedo a perder el trabajo; 2) no perder la pasta del salario de un día, cuando a ninguno de ellos les viene de aquí para sobrevivir (si fuera así, lo entendería). Si ese es el precio de su dignidad, la venden muy barata, la verdad. Y lo que más lamento es la falta de comunicación que ha habido para intentar consensuar una postura común. Cuando sacabas el tema, todos mirando para otro lado, como si fuera un tabú... no lo entiendo. Luego hay quien se extraña si opto por el individualismo. Porqué, en el día a día, todos nos quejamos de la mierda de condiciones en las que trabajamos. Pero a la hora de la verdad sólo nos hemos mojado el culo 3. Aunque el inepto de la empresa que nos subcontrata se piense que sólo una chica hizo huelga, porqué quizás crea que somos tan gilipollas de contestar a una carta que nos mandó (de manera totalmente ilegal, obviamente), pidiendo que le comunicáramos por escrito si íbamos a hacer huelga o no. Lo cual confirma plenamente mi teoría de que los que llegan a ser jefes, o no tienen ni puta idea de nada, o no tienen nada de escrúpulos. Gentuza como ésta es la que tendría que ser carne de los subnormales que van por ahí prendiendo fuego...

Y nada, al margen de esto, hoy he ido al hospital a ver al segundo bebé de hermano-ficticio-R, que como no podía ser de otra manera, nos ha salido tan punk que desafió a los piquetes y decidió nacer el día de la huelga; esta noche he debutado en la liga con mi nuevo equipo de fútbol 7 y he metido un golito; me vienen dos días de fiesta por delante para perrear y fiestear todo lo que haga falta; y estoy algo triste porqué ayer murió el director de una de las películas a las que tengo más cariño. Por lo delicioso de sus protagonistas, tanto reales como ficticios. Ya sé que soy un ingenuo romántico dEsoRdeNado, pero viendo cómo está el patio, me encantaría encontrar una Bonnie con la que dedicarnos a hacer justicia robando tantos bancos como pudiéramos...