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Esta noche podría hablar del concierto de anoche de Howe Gelb (que, tras el show, acabó metiéndose chistorras y bravas en la mesa de al lado) haciendo de Johnny Cash; o de mails rubios transoceánicos que celebro a pesar de todo; o de la agradable sensación que tengo desde que empezó el año de que no paran de pasarme cosas (probablemente, mi actitud y predisposición también influyan). Pero es que hoy he vuelto del curro con alma guerrera y la sensación de que ha sido un gran día, aunque nos hayan dado plantón. No sé si por desprecio o por descuido, pero me da igual. Cuando alguien se comporta de manera tan impresentable, merece una buena hostia, y se la hemos dado. Y me llena especialmente de orgullo, por tratarse de un personaje público que aspira a ser muy poderoso (aunque no deja de ser una marioneta de otro mucho más peligroso), y por las excusas posteriores que denotaban el darse cuenta de que la habían cagado muy mucho. Y me he sentido orgulloso de trabajar con alguien que los tiene bien puestos para hacer cosas que se salen de los patrones ortodoxos, y para destrozar en 1000 pedazos esa estúpida gilipollez de lo políticamente correcto. Alguien a quien admiro desde que yo era adolescente y al que ahora veo cada mañana en la mesa de al lado. Qué cosas tiene la vida. Y me he sentido especialmente orgulloso de ese espíritu crítico y rebelde que no debería abandonarnos nunca en ningún ámbito de la vida, y que hoy he sentido como una vendetta a los muchos mordiscos injustos que nos da muchas veces la Gran Mentira. Y noto cómo todavía me hierve la sangre y el cerebro me va a 1000. Porqué hoy alguien me ha hecho sentir un miembro de los Sex Pistols...