A esta hora de la noche de lunes estoy algo nostálgico. Ha sido una semana agotadora, por momentos inhumana, pero llena de momentos de una intensidad emocional y física brutal. Demasiadas vivencias como para asumirlas así de rápido. Cabreos y tensión laboral; una noche mágica para descubrir la maravillosa Roma, que empieza en el animadísimo Trastévere y acaba en la impresionante Fontana Di Trevi. ¿Cómo no tirar la moneda para volver con más calma a disfrutar de esta preciosa ciudad? Y más cuando, la noche después, Roma pasa a formar parte de la historia de nuestras vidas peloteras: un 27 de mayo de orgasmo balonpédico para la eternidad.
El retorno es de sentirse parte de los héroes: por la foto con la deseada de las grandes orejas; por el recibimiento multitudinario en el aeropuerto, y por el fiestorro que hay montado en una ciudad patas arriba. Un simple balón esférico hace olvidar por momentos las miserias de nuestras vidas cotidianas, y supongo que esa debe de ser una de las grandezas de este sensacional deporte de emociones primarias. Casi sin aguantarme en pie, ya pasada la medianoche, recibo sms de mi loquísima A belga (amo con locura su caótica aura que conocí hace un año por desordenado azar) desde el Primavera Sound. Estoy a punto de morir pero... ¿cómo decir que no a mis desordenadas tentaciones?
Y me he pasado 3 días en idas y venidas desde el curro al Forum, y desde el Forum al curro. O lo que es lo mismo, desde una punta de la ciudad a la otra. Dejándome un pastón en taxis, y mucha salud en esfuerzos y alcohol. Viendo mucho menos de lo que hubiera querido, perdiéndome a alguno de los cabezas de cartel, pero intentando disfrutar al máximo los momentos de felicidad con fecha de caducidad. Como los intercambios de impresiones y de mails con Kitty, Daisy & Lewis o con los Extraordinaires. O como ese final apoteósico con DJ Coco, flotando entre extraños.
Y anoche, en el Apolo, con los belgas, y encontrándome a la mejor amiga de la A lombarda, que me informó que últimamente pasa más tiempo en Italia que aquí. Ya casi ni me acordaba de ella. Hoy dormir poco (otra vez), casi dormirme delante del ordenador en el trabajo, con la barriga destrozada por la mala vida, mis fosas nasales hechas un grifo por la mala vida... pero me he traído a los belgas a mi barrio, en su última noche por aquí. Porqué hubiera sido un pecado que tras 2 veces en la ciudad no conocieran mi barrio. El más genial de toda la ciudad. Y que alguien se atreva a discutírmelo, que le muerdo.
Y será por todo eso. O porqué parece sorprendente que te puedas entender mucho mejor con personas que no hablan tu misma lengua que con otras más cercanas en el espacio pero mucho más lejanas en espíritu. Muchas noches de esas de creer en 'la dolce vitta'. De sentirse libre como Anita Ekberg, y notar el alma chorreando...
2 comentaris:
Y que te quiten lo bailao!!!
Quien se atreva a quitarme lo bailao, le pego un muesco que le dejo temblando... :P
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