dimecres, 30 d’abril del 2025

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El fin de semana de semivacaciones fue un pequeño oasis de vuelta a una aparente 'normalidad' de ese pasado que ya no volverá. Por primera vez en meses pude dormir tres noches seguidas en mi cama, y salí, y quedé, y bailé e hice cosas para mi propio disfrute. Recuperé falsamente mi vida durante 72 horas, aunque trabajara de por medio. Me resisto al cambio y el cambio insiste en recordarme que, por mucho que mire atrás, el tiempo sólo corre hacia adelante. Te guste o no lo que veas. Y si no te gusta, te jodes. 

Y la vuelta a la 'normalidad' fue de todo menos 'normal'. Tras una enorme e histórica alegría deportiva el fin de semana que aún no acabamos de creernos, el lunes todo se apagó. Y tuvo que hacerlo justo cuando habíamos bajado con mis padres a dar el breve paseo que les permiten sus respectivas movilidades reducidas (vete a la puta mierda, Murphy). Mi madre, con el taca-taca; mi padre, con sus pasos cortos y débiles. Con 9 pisos por subir y sin ascensor, la vuelta a casa resultaba una quimera totalmente imposible que se iba haciendo mayor a medida que avanzaban las horas y se acercaba la noche. Tras 6 horas en la calle, sin internet para saber qué narices estaba pasando y cómo evolucionaba el tema, y con la procesión yendo por dentro para intentar no transmitirles mi ansiedad y mis nervios, mi debate interno era si llamar al 112, a protección civil o a bomberos y cruzar los dedos para que nos hicieran caso y entendieran lo delicado del tema, o si preguntar en un hotel cercano si tenían alguna habitación accesible libre donde salvar la situación como pudiéramos mientras volvía la luz, y subir yo a casa a por los medicamentos, muda y pañales limpios para salir del paso. Tuvimos 'suerte', y sobre las 18h volvió la luz en la cafetería de al lado de casa donde hacíamos tiempo, aprovechando sus sillones para que estuvieran lo más cómodos posible. Así que nos fuimos lo más 'rápidamente' que pudimos hacia la escalera, cogimos el ansiado ascensor, y sentimos el enorme alivio de cruzar la puerta y volver a estar en casa. Eso de 'hogar, dulce hogar' es una verdad como un templo cuando llega el apocalipsis. 

Hoy os comparto una canción de la banda a la que he ido a ver esta noche. Escuchad su disco de debut que sacaron semanas atrás, que valen muchísimo la pena. Y si hay alguien de Valencia, haceos un favor y no os los perdáis este miércoles:

6 comentaris:

Beauséant ha dit...

Nuestra vida se asienta sobre un puñado de rutinas, unas cuantas
cosas que damos por seguras, personas, objetos, sensaciones...

Cuando comprendemos lo frágiles que son, lo fácil que es que vuele todo por los aires es una sensación terrible. Al menos estabas con ellos, al menos pudiste mantener la calma.. en esos momentos es lo máximo que puede hacerse

Saludos

Pio ha dit...

He leído tus anteriores post y que decirte sin sonar banal.
Solo un abrazo enorme.

Ses ha dit...

Ese día justamente estuve pensando en las personas mayores, en la gente que necesita la electricidad para sobrevivir. Tuvisteis suerte, aquí volvío sobre la una de la madrugada, me alegro.

dEsoRdeN ha dit...

Sí, siempre digo que nunca valoramos lo suficiente la 'normalidad'. Hasta que la perdemos, claro. Que no pase nada es el mayor de los lujos

dEsoRdeN ha dit...

Muchas gracias, Pío. Espero que estés bien!

dEsoRdeN ha dit...

Sí, la verdad es que a pesar del mal rato y la angustia por la incerteza de la situación, al final tuvimos un golpe de suerte que compensó la mala fortuna de que todo pasara justo en ese breve espacio de tiempo en el que bajamos a la calle.