Metido en el cuadrilátero de luces que apuntan al cielo. Susurros de Jeff en los auriculares, en una magnífica noche de verano. Semana fantástica, en la que casi todo el mundo alrededor se ha ido de vacaciones. Ojalá todo el año mis vecinos estuvieran de vacaciones. Desearles algo bueno es puro amor, verdad? Que todo esté tranquilo cuando no están es la clara demostración empírica de que el problema son ellos. El lugar se convierte en idílico, y hoy hasta he podido dormir más de 8 horas sin que nadie rompiera el silencio. Varios cables decoran una soledad a veces querida y a veces no. Pero aquí me siento bien. Es mi sitio. Por eso lo defiendo con uñas y dientes. Por eso lucho por mantenerlo civilizado, respetuoso, cívico. Aunque eso me lleve a enfrentarme a gente. Siempre he odiado el conflicto. Siempre lo esquivaba. Huía de él fuera como fuera. Pero llegó un punto en que empecé a hacer uso de él si hacía falta. Aunque sigue sin gustarme. Nada. Soy el primero que me gusto más cuando sonrío y lo hago todo sencillo y agradable, para mi y para los demás. Cuando voy a mi aire y les ignoro. No me gusta nada ser ogro, pero si hay que serlo, lo soy. Es el precio a pagar por la imbecilidad y el egoísmo ajenos. Hace un momento acabó de hacer callar a unas francesas que hablaban a gritos a las 3 de la mañana en el patio de los apartamentos turísticos del otro lado de la calle. La gente es subnormal perdida. Estoy harto de gente que se cree que vive sola en el mundo, ignorando a los demás como si fuéramos mierda. Como si no tuviéramos vidas propias, con nuestras movidas, y nuestros horarios, nuestros sentimientos, nuestros problemas, nuestro derecho a vivir tranquilos... la más absoluta deshumanización del entorno. No sé si nos educan para que nos saquemos los ojos los unos a los otros, o simplemente es egoísmo innato fruto del cretinismo global de nuestras vidas triviales en la era de las redes sociales. Yo qué sé. Pero el conflicto con el mundo exterior es constante. Algunos dirían que es el reflejo de un conflicto interno, y podría serlo. Pero sinceramente, me parece justo lo contrario. Soy consciente de mis muchas mierdas interiores, las asumo y las gestiono como puedo, pero no tengo por qué trasladárselas al resto del mundo. Ya tienen su propias mierdas también. Pero no tienen por qué trasladárnoslas a los demás.
Quizás sea algo tan simple como lo que decía Maeve hace un momento: los demás siempre acaban decepcionándote, y al final generalizas el rencor. Como decía días atrás, los demás son los que no te permiten hacer realidad muchos de tus deseos, y eso los acaba convirtiendo en detestables.
3 comentaris:
En una sociedad con respeto se vive mejor.
Cada vez más escaso el respeto.
Besos.
totalmente. Ambas cosas
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