No me fío en absoluto del personaje salvapatrias que han querido construir con la figura de Pablo Iglesias, y ha caído ya en tantas contradicciones, renuncias y cambios de discurso, que me provoca la misma desconfianza que los dinosaurios de la política tradicional (tradicional en este país de corrupción rutinaria, vaya). Desconozco por completo a personas como Manuela Carmena, y en el caso que me toca más de cerca (el de Ada Colau), ahora mismo me siento con una especie de prudencia expectante. Yo no la voté, pero me gusta que alguien de izquierdas y que venía aparentemente de la calle se haya cargado a un candidato de un partido tradicional, de derechas, salpicado por múltiples casos de corrupción, y con un aparato económico y mediático mucho más potente y poderoso. Y la verdad es que me sorprendió bastante que ganase. Partiendo de ahí, ahora mismo tengo curiosidad por ver qué le dejarán hacer, y cierto grado de esperanza de que vuelque las políticas municipales priorizando a las personas y las necesidades sociales generales por encima de los intereses políticos y económicos de unos pocos. Pero no podemos ser ingenuos, y estoy convencido que en algunos casos se encontrará atada de pies y manos por el poder real, que es el financiero. Ojalá me equivoque, pero me parece bastante ingenuo y poco riguroso decir que los indignados han llegado al poder, porqué el poder real está un escalón (o varios) más arriba. Y a los que están ahí arriba moviendo realmente los hilos no se les escoge de manera universal ni votando. Ahí arriba hay un búnker ultraprotegido, y mal que me pese, me temo que eso no es posible cambiarlo desde ningún despacho de alcalde, ni desde ningún parlamento, ni desde ningún Congreso. Y aunque tengo muy mala memoria y tampoco es que domine de historia, no me suena que haya ningún episodio de revolución pacífica o democrática que haya provocado cambios estructurales reales...
dimecres, 27 de maig del 2015
eSPeRaNZa eSCéPTicA
No me fío en absoluto del personaje salvapatrias que han querido construir con la figura de Pablo Iglesias, y ha caído ya en tantas contradicciones, renuncias y cambios de discurso, que me provoca la misma desconfianza que los dinosaurios de la política tradicional (tradicional en este país de corrupción rutinaria, vaya). Desconozco por completo a personas como Manuela Carmena, y en el caso que me toca más de cerca (el de Ada Colau), ahora mismo me siento con una especie de prudencia expectante. Yo no la voté, pero me gusta que alguien de izquierdas y que venía aparentemente de la calle se haya cargado a un candidato de un partido tradicional, de derechas, salpicado por múltiples casos de corrupción, y con un aparato económico y mediático mucho más potente y poderoso. Y la verdad es que me sorprendió bastante que ganase. Partiendo de ahí, ahora mismo tengo curiosidad por ver qué le dejarán hacer, y cierto grado de esperanza de que vuelque las políticas municipales priorizando a las personas y las necesidades sociales generales por encima de los intereses políticos y económicos de unos pocos. Pero no podemos ser ingenuos, y estoy convencido que en algunos casos se encontrará atada de pies y manos por el poder real, que es el financiero. Ojalá me equivoque, pero me parece bastante ingenuo y poco riguroso decir que los indignados han llegado al poder, porqué el poder real está un escalón (o varios) más arriba. Y a los que están ahí arriba moviendo realmente los hilos no se les escoge de manera universal ni votando. Ahí arriba hay un búnker ultraprotegido, y mal que me pese, me temo que eso no es posible cambiarlo desde ningún despacho de alcalde, ni desde ningún parlamento, ni desde ningún Congreso. Y aunque tengo muy mala memoria y tampoco es que domine de historia, no me suena que haya ningún episodio de revolución pacífica o democrática que haya provocado cambios estructurales reales...
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