dEsoRdeN eS Un ZoMbiE

Cenas de cumpleaños múltiples. Viandas, calor y 3 pasteles caseros. Giro al centro, vuelta al Cosmos. Colonia & cola y preliminares. Martes de Mierda apolíneos. Quinteto inédito, y más colonia & cola. Juego de espacios y contorneos. Que corra el balón, o el groove, o lo que sea.  Cuando todo te da igual, hasta la rubia de más vértigo de toda la sala viene a bailar contigo, y a ti te encanta jugar. Aunque te saque una cabeza y media, o dos. El poder del baile, y del negro que fuiste en una vida anterior. Van cayendo fichas que no aguantan, y una vez más, aguantará el equipo el Peter Pan de DNI más antiguo. Vampiro de melodías y ritmo. Cuanto más de noche, más despierto. Si cerrar salas contara en el curriculum, tendría curro de por vida. Una chica llora sentada en la acera, y le preguntas y regalas empatía y un pañuelo de papel. Podrías coger el metro, pero te apetece pasear un rato en noche de atípico enero atérmico. Dos chicas dibujan mensajes con el dedo sobre el vidrio guarro de un coche aparcado. Son Sobria y Serena, que buscan after, y tú más historias para recordar. Paseo a tres y conversaciones de surrealismo etílico. Llegamos a la plaza de las palmeras, y sentados en la fuente, un francés, un portugués, un colombiano, un senegalés y un catalán con gorra. No es ningún chiste de Eugenio. Sobria se quita moscones apelando a su marido que duerme en casa, aunque no acabo de tener claro que sea verdad. Serena y yo nos hacemos pasar por marido y mujer, aunque ella no para de revolotear aquí y allá, llena de vida y rubio sex-appeal. Arrumacos y abrazos impostores, y siento la envidia y el deseo del resto de presentes. Yo también lo sentiría en su lugar, pero como tampoco es algo que se dé cada día, lo disfruto, por si acaso. Cervezas por aquí, afters por allá, y el francés con aspecto de pirao tira un billete de 10 euros en la fuente de agua fétida, por mucho que intento evitarlo. Conversaciones sobre el miedo, la poli o la opción de que desplumen a los guiris como se metan por según qué calles. El colombiano se quiere hacer una foto conmigo porqué le recuerdo a un cantante, y no es la primera vez que me lo dicen, y me da rabia. Ni me gusta ni me veo así. Pero la foto la hago sin problema, porqué nada me gusta más que embrollar la realidad y vestirla de ambigüedades y acertijos.

Me voy con las chicas, pero nos vamos parando a hablar con todos los personajes pintorescos e inadaptados que se nos cruzan a esas horas: skaters veinteañeros, mujeres afro en silla de ruedas que nos piden una moneda, algún guiri despistao, los de la plaza que reaparecen... en mitad de ese caos que tanto adoro, Serena no para de arrambarse, subirse a mi espalda para que le lleve a caballo, o saltarme encima y agarrarme como un koala. Me encanta, pero uno no es de piedra, y tengo tentaciones de secuestrarla y jugar a papás y a mamás. Nos apartamos del resto, ella cogida a mi cuello y abrazándome la cintura con sus piernas, y yo leyendo Braille sobre cada rincón de su piel. Le digo que está muy p'allá y me encanta; le robo un beso y me lo cambia por un sugerente mordisco en el labio y la marca de sus zapatos en mis tejanos claros. Me parece un trato justo, no presentaré el libro de reclamaciones. Juega, y se escurre como una anguila. Sobria sigue pidiendo por un after y habla con un skater de tabla más alta que él. Los de la plaza se van Rambla arriba, las chicas quieren irse a casa, y yo empiezo a estar cansado del sí pero no. Beso de despedida, y la felicidad de seguir coleccionando momentos casuales con seres llenos de vida y locura. Corto, pero intenso. Flashes de privilegio compartido y de caducidad inmediata, y el encantador misterio de qué hubiera podido pasar más allá de este regalo del azar. Camino de vuelta a casa, en la plaza más institucional y más adoquinada de la ciudad, veo al francés hablando con unos polis que le dicen que coja la cerveza y se vaya para casa. Sigo mi camino, y el metro está lleno de gente que se va a trabajar. El salmón sigue nadando a contracorriente, y aunque muchas veces es jodido, momentos de libertad e individualidad como éste son impagables. Me quiero, y me voy a dormir cuando sale el sol. Soy un zombie sin remedio, y no quiero tenerlo...