Amo el fútbol, aunque en los últimos años he tomado mucha distancia. Desde pequeño adoro el juego de patear un balón, porqué disfruto enormemente jugándolo y se me da bastante bien. Con el fútbol he hecho amigos, he conocido mucha gente, he viajado por toda Europa, y encima me ha dado de comer. Me ha transmitido valores educativos que aplicar a la vida, y me ha servido como perfecta metáfora para cualquier situación vital. Todo, absolutamente todo en la vida, tiene una metáfora futbolística. Pero ya digo que desde hace unos años el fútbol se ha ido convirtiendo en un circo prefabricado que me ha ido alejando de él, al menos del fútbol de élite, además de otras motivaciones personales y profesionales que me llevaron al desengaño futbolero y a un proceso de progresiva desintoxicación balompédica. Antes un buen partido era prioridad sobre cualquier otra actividad de mi vida cotidiana o social; ahora no es más que una alternativa secundaria, aunque siga sintiendo el atractivo hacia las grandes competiciones. Pero tanto antes como ahora me jodían y me joden determinadas actitudes absolutamente familiares y habituales en cualquier partido de fútbol, sea de élite o sea de infantiles. Ejemplos de competitividad extrema y deporte mal entendido, valores completamente pervertidos, o usos maquiavélicos de unos colores o recintos deportivos para canalizar ideologías absolutamente reprobables. Un padre insultando a los niños del equipo en el que no juega su hijo, futbolistas que se convierten en animales violentos y/o tramposos con tal de ganar, o ultras fascistas que asesinan a otros por motivos de ideología política que poco tienen que ver con un balón. Repugnantes caras de una misma vergüenza: la de una sociedad enferma que fomenta a diario valores de intolerancia y protege a delincuentes, y luego tiene los santos cojones de hacerse la sorprendida o indignada por tragedias como la que pasó el domingo junto al Manzanares. Tiene que ver con el fútbol, por supuesto que sí, porqué los dirigentes de los clubes son los primeros cómplices en albergar en las gradas o regalar entradas a neonazis y delincuentes con colecciones enciclopédicas de antecedentes penales. Pero me parece que el problema de fondo va mucho más allá, porqué estamos hablando de un asesinato por motivos políticos, como lo fue en su día el del aficionado de la Real Sociedad Aitor Zabaleta, también a manos de ultras que se escondían bajo los colores del Atleti. Y dudo de que si esta reyerta mortal se hubiera producido a la salida de un concierto se dijera que era culpa de la música.
Vivimos en un país en el que políticos, periodistas, tertulianos o las mismas fuerzas del supuesto orden actúan cada día en su teatro de intolerancia, crispación y política del miedo; sólo hay que mirar los noticiarios de cualquier cadena de TV o leer las páginas políticas o deportivas de cualquier periódico para darse cuenta de esta ceremonia bélica de enfrentamientos verbales. Personajes y medios públicos que fomentan la cultura de 'buenos y malos', ejercen la violencia hacia las minorías o los desfavorecidos y el odio hacia lo diferente, carecen de cualquier tipo de autocrítica y niegan los méritos a los demás, no vayan a brillar más que ellos y delaten todas sus carencias, debilidades e inseguridades. Medios de comunicación que incentivan la ceremonia de la confusión, la interpretación superficial de realidades de blancos o negros sin matices y cero empatía hacia las posiciones opuestas a las propias, y que alientan irresponsablemente el enfrentamiento hacia los que no piensen igual, con seguidismo masivo de miles de cómplices anónimos que se prestan y se dejan llevar a ese juego perverso como borregos sin criterio propio. Y si mezclas todo este terrible espejo social con las tremendas carencias de educación, cultura, respeto y sentido común que asolan a esta sociedad en todos sus ámbitos (no sólo el fútbol), acaban pasando cosas como el asesinato de ayer.
Y me joden muchas cosas del después de la tragedia. Para empezar, la ceremonia de la confusión generada por policía y medios de comunicación que empezaron a difundir y repetir como loros sin contrastarlo que las dos aficiones habían quedado para apalearse. Si es así, es ciertamente lamentable, pero no por ello me alegraré por la muerte de una persona, sea ultra de un equipo o de otro. Pero Riazor Blues lo ha negado y aficionados del Depor allí presentes aseguran que ultras del Frente Atlético les sorprendieron al poco de bajar del autobús, el autobusero que les llevaba ha negado también que llevaran palos o armas, y como yo no estaba allí, tengo tantos elementos de juicio para creerme una versión como la otra. También se aseguró que miembros de las aficiones de extrema izquierda de Rayo Vallecano o Alcorcón estaban allí junto a la del Depor, y Bukaneros lo han negado (tendrá algo que ver que la Policía les haya involucrado en este tema con el hecho de que sean un grupo de izquierdas, o que el Rayo haya apoyado y denunciado el reciente desahucio a la ya famosa Carmen, la anciana de 85 años a la que echaron de casa hace unos días?). Pueden estar mintiendo, claro que sí, pero ha llegado un punto en que me merecen tanta credibilidad (o tan poca) como la policía que ha intentado tapar en todo momento la carga ideológica de fondo de ese enfrentamiento esquizofrénico mortal. No entiendo que el partido se jugase como si no hubiese pasado nada, y siento vergüenza ajena al leer las declaraciones de directivos del Atleti quitándose irresponsablemente la mierda de encima porqué "eso pasó lejos del estadio" (a unos 200 metros, he leído. Curiosa interpretación de los conceptos de 'lejos' y 'cerca'...). Me jode también ver a un tipo como Javier Tebas al frente de la Liga diciendo que van a acabar con los ultras del fútbol, cuando él era miembro de Fuerza Nueva. Me revienta la hipocresía de reyes de la intolerancia o la crispación como Mariano Rajoy o Ana Botella pidiendo el fin de la violencia ultra, cuando su partido alberga sin ningún tipo de escrúpulo a cientos de ellos en cargos electos o en Nuevas Generaciones, posando sin ningún tipo de vergüenza en fotos haciendo el saludo nazi o con banderas fascistas. Me indigna que periódicos o tertulias de TV que viven del ruido diario y de generar polémicas artificiales y llevar el juego a la constante crispación y enfrentamiento, ahora se lleven las manos a la cabeza y quieran erigirse como portadores de la bandera antiviolencia en el fútbol. Y me repugna hasta la arcada ver portadas de periódicos de ultraderecha como La Razón protegiendo a sus cachorros asesinos y convirtiéndolos en víctimas. O programas de TV haciendo shows morbosos a raíz del suceso, y opinadores hablando gratuítamente del fenómeno ultra como si fueran doctores en el tema, cuando saben exactamente lo mismo que tú y que yo. De verdad que todo este teatro abyecto me resulta nauseabundo, y siento vergüenza de vivir en un país que sigue tapando y promoviendo el fascismo y la intolerancia, queriendo minimizar o justificar sus efectos. Menos postureos, y más responsabilidad, respeto a lo distinto, y coherencia individual y colectiva. Y tolerancia cero contra la intolerancia. Social e institucional...
4 comentaris:
Desde lo del ébola he dejado de mirar las notícias.
Me siento mucho más ligera.
Lo del fútbol es una desproporción.
Saludos!
Soy del Celta y por eso precisamente los Riazor Blues no me caen bien, pero lo que me ha corroborado esto es que en la prensa de Madrid hay mucho FASCISMO. Los payasos de los manolos, la cope, de la morena, el país, parte de los artículos que he leído de el mundo, abc... todos a proteger al frente atlético TODOS. En momentos como estos me doy cuenta de por qué me siento mil veces más gallego que español. Puto Asco!!!
Ahora lo que deberían hacer es prohibir a todos los grupos radicales, sin distinción. Pero por lo visto a cierta prensa solamente le gusta incriminar a una parte y no a la otra.
Esa es una buena táctica, Aloma69. Ojos que no ven...
(totalmente desproporcionado. Es ridículamente absurdo)
Es escandaloso, NaoBerlin. La intolerancia es tan habitual que nos parece normal. El fascismo se está volviendo a quitar la careta, y lo realmente peligroso es que no haya una reacción de repulsa inmediata y mayoritaria. Como bien dices, es asqueroso. No soporto esta cultura de buenos y malos que nos están intentando inculcar a gritos
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