En los días que la muerte se cruza por tu vida, a uno le da por reflexionar acerca de la misma. Y la primera conclusión que saco es que me acojona. Mucho. Y no por la muerte en sí, o por el proceso doloroso que pueda conllevar, sino por el terrible vértigo de pensar que el día que llegue, el mundo va a seguir sin ti. Nunca más volverás a emocionarte con un disco; nunca más te cabrearás cuando encajes un gol en el último minuto; nunca más podrás achuchar a tus padres; nunca mas te cagarás en esa tía que no te llama cuando tu quisieras que lo hiciese... sobretodo lo que me provoca cierta angustia es ese no volver a sentir NADA nunca más. Supongo que debe ser como irse a dormir para siempre, pero el mundo afuera seguirá su curso. Y tú te perderás la Revolución de 2095; y los discos de esa banda que en en 3683 será proclamada la mejor de la historia; y la 1ª Guerra Interplanetaria en 4926... porqué supongo que cuando uno muere, pierde todo tipo de conciencia y de emociones. Vamos, no creo que seas capaz de ver el mundo desde fuera, sin un cuerpo que te aloje el espíritu, no? ¿Y dónde coño irá a parar eso a lo que llamamos alma? ¿También se perderá para siempre? ¿Se transformará? ¿Se reubicará en los recién nacidos, en una especie de mercado de segunda mano de almas en pena? Os digo muy en serio que me provoca angustia pensar en todo ello...
Otro tema que me cuesta de asumir es el dolor que pudiera provocar mi hipotética muerte en mi gente. Me parece razón suficiente como para hacer todos los esfuerzos del mundo para seguir vivo tanto como pueda. No soportaría provocar un dolor profundo, en ocasiones casi inasumible, a los que me quieren. Y especialmente estoy pensando en mis padres. Porqué el caso que me está provocando estas reflexiones oscuras es el de un compañero de curro de mi misma edad. Y en el funeral de hoy estaban sus padres. Y sé perfectamente que los míos no lo podrían soportar. Mi padre quizás lo disimularía más por fuera, aunque por dentro estaría destrozado. Y a mi madre se le haría completamente insoportable. Hasta la locura. Y yo no quiero provocarle ese sufrimiento, porqué acabaría con ella. Ya sé que quizás no debería estar pensando en estas cosas, pero no puedo evitarlo. Cuando mi mente se acelera, ya no hay quien la pare.
Y mientras intentaba aislarme de lo que estaba viviendo esta mañana para que me afectase lo menos posible, también me ha venido a la cabeza otra cosa: por fortuna (y cruzo todos los dedos que haga falta), no he asistido a demasiados funerales en mi vida, pero si algo tengo claro es que no quiero que el mío sea como a los que he ido. Nada de ceremonias de flagelación, tortura y sufrimiento (todo eso tan ligado al concepto cristiano de la muerte). Nada de ese silencio hiriente, donde los llantos y el ruido de los abrazos y golpes de ánimo en la espalda resuenan como gotas malayas de dolor. Nada de discursos para provocar la lágrima fácil. Las muertes, aunque muy dolorosas, son también llamadas a la celebración de la vida. Toques de atención para que despertemos de letargos anímicos, y nos pongamos las pilas en nuestra obligación absoluta de disfrutar de este enorme privilegio que es vivir. Y yo no quiero que me recuerden llorando, sino riendo. Siempre me ha encantado robarle las risas a la gente, y así quiero que sea por los siglos de los siglos. ¿CAUSA?: dEsoRdeN. ¿EFECTO?: Jajaja! Así que, en vez de marchas fúnebres, que suene el 'Psycho' de los Sonics, el 'Naked Girl Falling Down The Stairs' de los Cramps, 'Tus Amigos' de Los Punsetes, o cualquier canción de la diosa PJ Harvey. En vez de discursitos lacrimógenos, que lean cualquier texto de la filosofía dEsoRdeNada, a ser posible con muchos tacos y expresiones faltonas. Y como tampoco es cuestión de tener a la gente mucho rato en un sitio tan desagradable como un tanatorio, una cosita cortita y al pie, que acabe con un mensaje muy claro: huid de aquí lo más rápidamente posible, llevaos a vuestra gente a comer a algún sitio bueno, decidles lo mucho que les queréis, y dedicaos únicamente al 200% a vivir la vida como se merece, sin amarguras ni pisoteos a los demás. No es una sugerencia; es una orden. Os estaré vigilando...
PD: Por cierto, si eso que no quiero repetir pasase algún día, os dejo encomendada una misión. Hacedle llegar mis blogs a mis padres. Conocerían una parte más de su hijo que quizás desconozcan, y además les permitiría sentir que sigo ahí, hablándoles a través de mis textos dEsoRdeNadamente imperecederos. Y quizás en mi torpeza no haya sido capaz de hacerles saber lo mucho que me los quiero...