Los días familiares se suceden alternando momentos bellos y/o divertidos con otros tensos y desesperantes, de esos que provocan ganas de gritar muy fuerte y huir a la otra punta del planeta. Seguramente lo haría si no tuviera la virtud defectuosa de la empatía y la comprensión que, en este caso, siento hacia mi padre y el proceso neurológico que está sufriendo. Prefiero no pensar demasiado en ello para no lastimarme antes de tiempo, y quizás con la estúpida idea de que eso retrasará lo que tenga que pasar. Me acojona el dolor que pueda llegar a sentir y no tengo nada claro que vaya a soportarlo o sobrellevarlo. El exceso de sensibilidad puede llegar a ser un problema en la vida. Y en la mía lo es. A veces dudo de si pueden ser compatibles ese exceso de sensibilidad con la fortaleza, sea mental, anímica o emocional. También me preocupa estar metiéndome en un pozo demasiado hondo del que luego no sepa salir implicándome tanto y tan de cerca. A mayor vínculo, mayor dolor. Siento que debo y quiero hacerlo pero me van surgiendo dudas constantes. Resuenan en mi cabeza las palabras de una trabajadora social que me recomendaba ser egoísta porque debo seguir viviendo mi vida, pero eso es fácil de decir cuando no eres tú a quien le pasa ni quien siente lo que siente hacia sus padres. Y sí, lo intento, y me estoy forzando a escaparme más días a dormir a mi casa y tomarme unas horas para mí, pero no puedo evitar sentirme mal cuando lo hago. Sé que ellos tiene su punto egoísta inconsciente y juegan al chantaje emocional porque se sienten más felices, seguros y protegidos cuando estoy allí. Y también sé que si no me cuido yo y me permito estos momentos de fuga acabaré explotando y no les podré ayudar como quiero. Pero es difícil equilibrar todos estos pensamientos y sensaciones cuando estás solo y nadie, absolutamente nadie, te echa una mano o te permite tener estos momentos propios dándote un relevo que te dé aire y evite situaciones de riesgo. Me siento abandonado porque lo estoy. Nos siento abandonados porque lo estamos. Siempre he detestado el concepto tradicional de familia. Me parece una auténtica farsa, y los hechos siempre lo acaban demostrando. Gente que muchas veces no tiene nada que ver, con maneras de pensar opuestas, cuyo vínculo es accidental o por compromiso. Y a mí nunca me ha gustado hacer cosas por compromiso. Mi única familia son mis padres. Y algunas amistades se podrían acercar. Pero nunca nadie podrá a llegar a ser tan importante porque sin ellos yo no estaría aquí. Biológicamente, pero también educacionalmente. Me siento muy afortunado, aún con todas mi mierdas, y les estaré eternamente agradecido. Y supongo que esta es mi manera de demostrarlo. No sé si la mejor, ni la más sana, pero así me está saliendo. Siempre he pensado que la gente insensible es más feliz, o lo tiene más fácil al menos. Ojalá todas estas cosas no me afectaran tanto. Pero no es así...