Es verdad que ya no me pasa tanto como años atrás, pero hoy he tenido día raro. De esos en que estás como rallado con todo y con todos, por razones racionales o sin ni tan siquiera tenerlas. Todo te molesta y te irritas con facilidad, por algo clavado ahí adentro sin darte cuenta, o por un cúmulo de cosas. Centras tu ira en una persona, con más o menos justicia o proporción, y te dedicas a atizarle metafórica y mentalmente, para liberar tu ansia. La misma espiral te arrastra, y sacas tu lado más asocial, porqué no tienes ganas de ver a nadie. De hecho, sí que he intentado ver a alguien, pero en este caso a la persona más nueva que ha aparecido en mi vida, quizás porqué me parecía la relación más pura y todavía no corrupta ni salpicada por los roles y prejuicios. Necesitaba algo de aire fresco, y seguramente también ese punto de incierta excitación que provoca alguien nuevo que no ha pasado por tu cama, y la posibilidad y deseo de que eso ocurra. No hemos podido vernos, y así mi día raro ha sido todavía más autista. Nada que un sofá, una manta y Saga Norén no puedan arreglar. Pero me he acordado de aquellos días que parecían haber quedado atrás y siguen apareciendo, de tanto en cuanto, para recordarte de donde vienes.
Ayer conocí a Morena-Pelo-Afro, y me transmitió la misma buena química que por mail. No, los tiros no van por donde os podáis imaginar, porqué está felizmente aparejada y en el Lado Oscuro de la maternidad ya consumada. Pero es otra brisa de aire fresco más en una vida que, como siempre, necesito renovar constantemente. Es como cambiar de sábanas. Hay que hacerlo con frecuencia, antes de que huelan mal. Empiezo a detectar síntomas de fatiga mental en el proyecto que más me ha apasionado y ocupado en este último año, y eso me provoca dudas. ¿Seguir por ahí con el riesgo de acabar aburriéndolo de verdad? ¿O cortar por lo sano y centrarme en otra cosa? Pienso demasiado. Siento demasiado. Y eso, al final, acabo doliendo y desgastando...