Me he torcido la muñeca calculando mal el peso de la mochila, a pocas horas de cruzar medio mundo. Todo muy dEsoRdeNado. He hecho y deshecho 4 veces la maleta, intentando equilibrar la eterna lucha entre los 'por si acaso' y el exceso de peso. Compras de última hora, billetes a festivales de rock a la falda de la montaña sagrada, y también a conciertos de la musa en un pequeño teatro fiorentino. Me estoy gastando una pasta, pero todo sea por los ahorros de los últimos años. Sólo se vive una vez, o al menos eso creemos, y hay nódulos que invitan a quemarlo todo aquí y ahora, no vaya a ser que mañana sea tarde. Ésa ha sido también la filosofía en estos días en Bilbao, con el comando Kobetamendi. Música en mayúsculas, días de estar 24 horas seguidas despierto, de sobredosis de pintxos y txakolí, de viajar por los Monegros a 40 grados sin aire acondicionado, o de lamentar no tener 15 años menos para enamorarme abiertamente de Quarter Of Century Girl, su desparpajo, sus ojos, sus labios y otras obscenidades que saltaban a la vista. Mi amistad con L-de-Lesbiana pasa por momentos un tanto extraños e indefinidos, como si esa tensión no resuelta estuviera picando a la puerta. Lástima de ese mes y medio que vamos a estar sin vernos, y que los puntos de vuelo que acumula no le sirvan para venirse unos días a compartir templos, shocks culturales y lo que hiciera falta. Tengo la líbido especialmente sensible estos días, y hoy me he enamorado de un precioso escote en el metro. Evidentemente, y como casi todas, la chica que lo llevaba puesto estaba mirando su móvil, absorta y ajena a su propio espectáculo y las reacciones que provocaba. Me tendría que ir a dormir y coger fuerzas para las aventuras orientales que estén por llegar...
Continúo arrastrando el desgaste psicológico que me ha dejado la temporada, y mi cabeza anda algo rara estos primeros días de vacaciones. Mis habituales golpes de genio de lo envío todo a la mierda tienen sus momentos de dudas y frenos de mano, pero ya estoy habituado a convivir conmigo mismo. No es fácil, cierto, aunque le acabas pillando el tranquillo. También mi entorno me deja situaciones de conflicto de las que tanto odio. Creer con el corazón o creer con la cabeza, ése sería el leit motiv, básicamente. Una buena vía de escape ha sido improvisar mis vacaciones. Como cada año, pero quizás algo más a lo bestia. Supongo que montarte, en cuestión de 2-3 días, un viaje de 10.000 km a un país donde casi ni hablan inglés y tienen una cultura completamente distinta es algo dEsoRdeNado. Y más con sólo 10 días de margen. Pero a veces me da por ahí. Y llevaba varios años con esa espina clavada, así que a tomar por viento. Para eso trabajo, hacía 7 años que no salía de Europa, y no sé lo que pasará mañana, así que, adiós muy buenas. Me apetece un montón. Perderme en la otra punta del planeta, perderme de mi entorno, o incluso de mi propia basura. Reencontrarme con una amiga de Canadian-J 8 años después (e intentar convencerla para irnos a un festival de rock en la falda de la montaña sagrada), conocer a otra amiga suya en otra de las ciudades por las que pasaré, e incluso coincidir con una compañera de curro en mis 2 últimos días de viaje. Reflexionar a ratos, no hacerlo en absoluto en otros... olvidarme de la realidad, que aunque no es en absoluto mala, tampoco es ni mucho menos completa ni ideal (que no perfecta; que eso me da igual, y además es imposible). La voluntad de volver a ponerme por delante de mis ideas y proyectos quizás ayude a mejorarla, pero habrá que ver si consigo ponerlo en práctica. Estoy raro y algo aburrido, lo sé. Pero el verano presenta alicientes y estímulos como para empezar a girar la tortilla y comprobar si todavía se puede salvar...
PD: Y antes, un poquito de BBK, y de reencuentros con un montón de bandas a las que, mayormente, ya he visto...