Vahos de eucaliptus, zumo de naranja y Frenadol; sopa caliente, Vicks y un rollo de papel acompañándome arriba y abajo por todo el diSoRdEr's Palace. Planes que se deshacen como un flan, magulladuras bacterianas, y un pijama adherido como si fuera una capa más de tu propia piel. Una manera como cualquier otra de empezar tu dEsoRdeNado fin de semana intersemanal. Grifo nasal mutando a tos, y un único deseo: normalidad. Eso que pasa desapercibido como la típica persona en la que nadie se fija, pero que cuando te falta, parece convertirse en el amor de tu vida. El que fue el mío no ha contestado a mi mensaje, y no sé si será porque no fui a su cena de cumpleaños. Ni mi cuerpo ni mi mente estaban para muchos trotes (nunca lo están en mis nuevos sábados noche), y supongo que el recuerdo de su plantón en mi último aniversario ayudó, inconscientemente, a decantar la balanza. Nunca he sido yo de muchos equilibrios, aunque quizás sí algo equilibrista. La putada es que nunca me acuerdo de mirar primero si debajo hay red. El ser humano es eso tan fascinante capaz de generar la misma cantidad de kilos de mucosidades que de ideas brillantes, surrealistas o atroces. Una variedad de registros infinita. Yo creo que tengo madera y potencial para convertirme en un ser fantástico, pero no acabo de encontrarme. A veces da vértigo buscarse. Y, con el vértigo, volvemos a estar encima del alambre, como en aquellas imágenes de TV que tanto me impactaron de niño: un tipo que quería cruzar entre dos rascacielos, con la única ayuda de una pértiga horizontal para aguantar el equilibrio, y empezó a soplar el viento, y... no recuerdo exactamente si acabó cayendo. Creo que sí, porqué me suenan imágenes de sirenas y ambulancias. De pequeño tenía imágenes y fantasías algo macabras que afectaban a mis seres queridos, y últimamente he vuelto a tener algunas. Es puro miedo a la pérdida, lo sé. Y también al dolor, y a mi hipotética incapacidad de soportar algo así. Hasta el día que en la escuela no enseñen educación emocional, no creeré en este sistema podrido, qué queréis que os diga...
La AMO; con todas sus letras y matices...