
Si ayer me fui a dormir enormemente feliz, hoy la resaca me deja un regusto muy triste. Y mira que el día ha empezado bien: sol, ir a hacer fotos, resolver cosas pendientes, y un ambiente precioso en la ciudad, el día después de la histórica manifestación de ayer. Es espectacular ver cientos de balcones engalanados con senyeres y estelades como símbolo de esa revolución pacífica que quedó magníficamente reflejada ayer en esa fiesta democrática que sólo parecen haber entendido en el extranjero, por lo visto a través de los medios de comunicación internacionales, en claro contraste con las perversas lecturas de muchos medios españoles. No hay peor interlocutor que el no quiere darse cuenta de la realidad, ni tampoco asimilarla, y por ello sólo recurre a manipularla y maquillarla según sus deseos. Lo peor de todo es constatar cómo calan en buena parte de la población esos mensajes llenos de tópicos, mentiras y demagogia populista que buscan sólo confrontar y crispar. El caldo de cultivo es terriblemente peligroso, y los culpables siguen saliendo cada día por TV o editando diarios con una impunidad asombrosa. De verdad que no puedo entenderlo...
Nunca había tenido ni un sólo problema a través de las redes sociales. Y mira que las uso a diario, tanto a nivel personal como profesional. Pero, fíjate tú qué casualidad, a raíz de un comentario sobre este tema, diversos usuarios desconocidos se me han lanzado a degüello. Y he cometido el error de querer razonar con ellos, verbo que por supuesto deben desconocer por completo. Sin conocerme de nada, insultos, prejuicios y todo tipo de valoraciones gratuítas y sin argumento alguno. Por dentro me hervía la sangre, pero les he respondido a todos, uno por uno, con total frialdad, argumentándolo todo, rebatiendo sus tópicos vacíos, y en algún caso, utilizando el sarcasmo para dejarlos en evidencia. Creo que si de verdad queremos que esto llegue a buen puerto, no podemos permitirnos el lujo de rebajarnos a su altura ni entrar en provocaciones (que tengo clarísimo que serán muchas. Cosas del miedo, claro...). Pero de verdad que ha sido agotador y me ha puesto muy tenso (y muy triste, todo sea dicho) ser plenamente consciente de la existencia de toda una masa aborregada, sin criterio propio, y con valores e ideas de una xenofobia y una intolerancia extrema que dan miedo. ¿Pero es que la gente no piensa por sí misma? ¿Cómo es posible que sigan existiendo mentalidades así en pleno 2012? El gérmen del neofascismo está incubando de manera preocupante. Y o se extirpa rápido, o acabaremos lamentándolo todos. De verdad que la experiencia me deja extremadamente preocupado...

Encontrarme tan de cerca con este tipo de gente me ha hecho pensar en una película que estaban dando el otro día por TV: 'The Last Supper', con Cameron Díaz entre otras. En la peli, 5 jóvenes progres van invitando a cenar a personas de mentalidades ultraconservadoras (un redneck nazi, una antiabortista, un cura que dice que la homosexualidad es una enfermedad, y gente con este tipo de perfiles). Y en un momento dado, se cuestionan una pregunta: si tuvieras la oportunidad de viajar en el tiempo y te encontraras con un niño de 9 años llamado Adolf Hitler, sabiendo lo que iba a hacer después, ¿matarías a ese crío? Obviamente, la cabeza y la ética te dicen que no, que de ninguna manera tienes derecho a matar a otra persona por mucho que sea el pequeño Adolf. Pero el instinto animal y tu parte más visceral lo están deseando, e incluso te dicen que con ello conseguirías un mundo mejor (¿y quién no ha sentido nunca esa espiral de rabia enorme como para querer matar a alguien?). Una cuestión delicada, ¿no creéis? Yo tengo muy clara mi postura, aunque admito que la tentación sería muy grande...