La navidad me pone de muy mala leche y me deprime por igual. Y encima he tenido que ver a la familia en el hospital, porqué el corazón de mi abuelo nos ha dado un susto. Por fortuna, ya está bien, aunque tendrá que estar unos días ingresado. Al ir a cenar a casa de mis padres, nos hemos encontrado en la puerta de su escalera con unos vecinos. Entre ellos, una niña de unos 5 años, que sin conocernos de nada, y con toda la naturalidad del mundo y por iniciativa propia, ha venido a darnos dos besos, un abrazo y desearnos feliz navidad a los 3. Un simple gesto precioso, que me ha hecho sentir envidia. Y me ha hecho recordar un funesto episodio de mi pasado que me ha marcado de manera increíble durante toda mi vida...
...yo era pequeño. Quizás debía tener unos 7 u 8 años, más o menos. Desde bien renacuajo siempre había sido de tener 'novias' en clase. Desde la total ingenuidad que se puede tener a esa edad, pero para mi eran importantes y especiales. Y por ello, cuando una niña me gustaba, se lo decía sin tapujos. Un día, en el recreo, estábamos jugando a pillar con compañeros de clase, con la particularidad de que jugábamos niños contra niñas, y si pillabas a alguien, le dabas un beso. Un beso en la mejilla, absolutamente inocente. A menos que fueras un viejo y reprimido profesor franquista que todavía no hubieras asumido que la dictadura había acabado unos añitos antes...
...ése era el señor José, que estaba vigilando la hora del patio, y nos metió una bronca impresionante y nos castigó a mi novieta y a mi, como ideólogos de tan lasciva orgía. Aunque el castigo duró poco, porqué otra profesora más joven y normal nos dijo que no había motivo, aquél hijo de puta fascista logró provocarme un shock mental muy profundo. No entendía nada de aquél enfado absolutamente desproporcionado y del consiguiente castigo. Y lo peor es que aquél carcamal consiguió hacerme sentir culpable, como si hubiera hecho algo terrible y sucio.
Y aunque al crecer fui comprendiendo mejor lo que pasó aquél día en el recreo, lo cierto es que el sentimiento que me provocó ha ido yendo y viniendo a lo largo de toda mi vida. Durante épocas parece desaparecer y me siento liberado y genuínamente yo. Pero por razones que desconozco, y cuando ya creo haberlo superado por completo, en otros periodos vuelve imprevisiblemente para cortar el cable que une deseo y capacidad de expresarlo. Y cuando eso pasa, me convierto en un tipo que se reprime y no sabe expresar su hiperactivo mundo interior. Algo realmente frustrante. Y aunque en mi vida he disfrutado de muchos episodios sentimentales, emocionales y/o sexuales, me da rabia pensar en todos los que he dejado escapar por culpa de aquella rata franquista. Especialmente, porqué sé que alguno de ellos podría haber sido la dEsoRdeNada que, a punto de cerrar otro año más, sigo sin encontrar...