Odio mucho a la gente. Y soy injusto, porqué en realidad odio sólo a unos cuántos (bastantes), y a veces pagan justos por pecadores. Odio a los que me cortan el paso por la calle, a los que salen de los sitios sin mirar, a los que vienen de frente y no se apartan ni un centímetro en zonas estrechas, a los que no dejan salir antes de entrar, a los que corren como desesperados por coger un asiento en los transportes públicos, a los que se sientan sin quitarse sus voluminosos abrigos, a los putos gilipollas que tocan música dentro de los vagones, a los que gritan en vez de hablar, a los que escuchan música con el teléfono sin auriculares, a los que chillan de noche, a los que se mean por la calle, a los que se cuelan, a los se dejan la mochila puesta en el metro o en conciertos, a los que tosen o estornudan sin ponerse la mano, a los que no respetan los pasos de peatones, a los que caminan por la izquierda, a los que te cobran por servicios que no dan, a las grandes compañías que te intentan timar en cada factura, a los pelmazos que llaman 3 o 4 veces al día para venderte motos, a los que se quedan parados en el lado izquierdo de las escaleras mecánicas, a los que ponen calefacciones o aires acondicionados a saco, a los que no limpian el baño después de usarlo, a los que escupen en la acera, a los que no respetan mi espacio vital, a los que no saludan, a los que hablan sin parar en los conciertos, a los que comen palomitas o beben con pajita en el cine, a los que se dejan el móvil encendido o hablan durante la peli, a los que llegan con la peli empezada, a los que van delante mío en cualquier cola, a los que se enganchan detrás sin dejar espacio para que mi culo respire, a los que se creen superiores, a los que se creen que la suya es la única verdad que vale, a los vanidosos, a los pijos, a los fachas, al Real Madrid, a los ególatras, a los violentos, a los políticos, banqueros, empresarios y cualquiera que represente a la Gran Mentira, a los horteras, a los impostados de cualquier tipo, a los presumidos, a los soberbios, a los artificiosos, a los que me hacen esperar, a los que intentan engañarme, a los que se paran a hablar en mitad de la acera, a los ciclistas de mi ciudad, a los que no saben estar solos, a los que no saben estar juntos, a los que comen mandarinas en sitios públicos, a los que tiran cosas al suelo, a los que hacen obras de buena mañana, a los que no cumplen su palabra, a los políticamente correctos, a los hippies, a las calientapollas, a la gente cerrada, a los que intenten controlarme, a los que todo lo ven negativo, a los que se dejan persuadir, a los que no tienen criterio propio, a los quietos sin inquietudes, a los listillos, a los repelentes, a los que miran por encima del hombro, a los que aparentan, a los ostentosos, a los mediocres, a los que creen en dioses imaginarios, a los que se escudan en las religiones para disimular sus vacíos, a los intolerantes, a los que manipulan, a la gente sin escrúpulos, a los que anteponen el dinero a cualquier otra cosa, a la SGAE, a los artistas de pacotilla, a los aprovechados, a la fauna del faranduleo, a los presentadores de telebasura, a los 4 de siempre, a los inútiles que siempre son los que mandan, a mucha de la mierda que tengo dentro... o en definitiva, a los que huyan del sentido común (que como decía un profe mío, es el menos común de todos los sentidos).
(lamentablemente, seguro que continuará...)